En la historia las mujeres han sido muchas veces relegadas, la humanidad no ha sido justa y algunas han tenido que vivir al margen, a la sombra del apellido de un hombre, robándoles así una parte de su identidad. En la historia de nuestro pueblo esto no ha sido la excepción.
Es la segunda ocasión que comento un libro que tiene que ver con Santa Rosalía y cuya protagonista es una mujer. Me resulta gratamente fascinante y sorprendente, porque estos textos han tocado fibras muy íntimas en mí. Estos textos además, dan muestra de la valentía, coraje e influencia que tuvieron estas mujeres en las vidas de sus compañeros, los rostros de la historia. Sin embargo, sin la presencia de ellas, esas historias no serían las que ahora se conocen. Puedo asegurar que esos hombres no formarían ahora parte de la historia de nuestro pueblo a no ser por estas mujeres.
Así como hace unas semanas conocimos a Hélene André a través de sus cartas (http://tintanegrasr.blogspot.com/2019/05/una-mirada-de-mujer-helene-escalle.html) hoy es el momento de Consuelo; ambas, mujeres que el siglo XIX nos regaló.
Un año antes de la muerte de la primera, otra luz se encendía para perpetuar y hacer brillar el camino de las mujeres en la historia de Santa Rosalía.
María Consuelo Corona Encinas nació en Santa Rosalía el dos de diciembre, en la agonía del siglo XIX. De padre y madre de nacionalidad mexicana, se crió aquí mismo, bajo un sol agobiante, sobre áridos suelos. Tuvo una niñez tranquila, sin acontecimientos que la perturbaran sobremanera. Su familia vivió cómodamente ya que su padre se dedicó con bonanza al comercio.
En 1934 Consuelo contrajo nupcias con un francés que había llegado en 1919 a estas tierras, para trabajar en El Boleo y tiempo después dadas sus aptitudes, fue nombrado Director de la compañía. Fue así como Consuelo se convirtió en la primera mexicana en casarse con un francés.
Sin lugar a dudas, eso le hizo menos difícil la vida a Consuelo, no obstante, a sus treinta y cuatro años su carácter estaba forjado. Deduzco entonces, que su inteligencia y madurez fue de lo que Augusto se enamoró para siempre.
Los textos contenidos en el libro "El Boleo en los diarios de Consuelo Corona de Nopper", que fueron transcritos por Gamaliel Valle Hamburgo de los cuadernos originales de Consuelo -su tía abuela-, nos abren la puerta a la vida cotidiana de Santa Rosalía, en especial a la etapa final a manos de los franceses. Permiten a la imaginación viajar en el tiempo y ubicarnos perfectamente en cada lugar que Consuelo describe de manera simple y sencilla. Esas páginas dejan ver también el amor que le tuvo a su pueblo y a su gente. Así, Consuelo a través de la lectura nos toma de la mano para que atravesemos con ella el umbral del misterio, como le llamó al poder cabalgar a caballo y conocer los distintos ranchos y serranías, a la par que se dejó alumbrar por los rayos del sol, sobre parajes espectaculares.
Consuelo Corona atestiguó cómo los barcos alemanes se anclaron frente al rompe olas después de descargar el material que traían, así, uno tras otro. "La Guerra Mundial estaba en marcha", escribiría después en las hojas de sus memorias.
Cuenta de su experiencia al conocer al representante del emperador chino que vino a Santa Rosalía y lo que le impresionó su elegante túnica color azul, con un dragón bordado y un collar de piedras rojas.
Escribió del aire de fiesta que se vivía cada sábado de raya, cuando los trabajadores de las minas y sus familias freían chorizos, hacían tamales, menudo y tortillas de harina y por supuesto bebían mezcal.
De su experiencia en el desastre natural de mil novecientos treinta y nueve, cuando las lluvias causaron grandes daños y su impotencia por no poder ayudar más de lo que deseaba.
Cuestionó a los accionistas franceses por no venir; pensó que era el deber que tenían, estar aquí y ser testigos de la admirable obra que juntos, franceses y mexicanos realizaban en esta región tan lejana y hostil. Sin embargo, soy de la opinión que todas las personas que conocemos de la historia de El Boleo, somos conscientes de la desigualdad de condiciones que imperó entre éstos. Sobre todo entre los mineros mexicanos, chinos y yaquis. ¿Pero quién querría venir a éstas tierras? Se preguntó Consuelo. Fue para ellos más sencillo disfrutar a la distancia, entre el lujo y la opulencia, de las ganancias de tan duro trabajo, escribió en su diario.
Preocupada por el futuro de su querido pueblo una vez terminados los trabajo de El Boleo, pidió a uno de los funcionarios mexicanos que lo visitaron, hiciera todo lo necesario para que Santa Rosalía no terminara. Visionaria además, sabía que su pueblo guardaba un gran potencial y no dudaba en que podía llegar a convertirse en un centro turístico importante -visión que en la actualidad a muchas personas y gobiernos les ha faltado-.
Desafortunadamente las circunstancias la llevaron lejos de aquí, a mediados de mil novecientos cincuenta y cuatro, tenía 46 años, Consuelo se despidió no sin gran dolor, de su tierra.
Fue quizás uno de los momentos más tristes de su vida.
Este libro guarda las memorias de una mujer amante de la fotografía y los perros, fiel a su gente, la cual nunca dejó de añorar y preocuparse por ella.
Es sin duda una lectura que debemos darnos el tiempo de hacer. Conocer la historia escrita por una mujer que vivió intensamente y que murió lejos del lugar que la vio nacer sintiendo el mismo e intenso amor por él.
Lectura sugerida: "El Boleo en los diarios de Consuelo Corona de Nopper" (De: Gamaliel Valle Hamburgo y Catalina Balbuena Escobar, compiladores)
Fotografías cortesía de: Gamaliel Valle Hamburgo.
Sin lugar a dudas, eso le hizo menos difícil la vida a Consuelo, no obstante, a sus treinta y cuatro años su carácter estaba forjado. Deduzco entonces, que su inteligencia y madurez fue de lo que Augusto se enamoró para siempre.
Los textos contenidos en el libro "El Boleo en los diarios de Consuelo Corona de Nopper", que fueron transcritos por Gamaliel Valle Hamburgo de los cuadernos originales de Consuelo -su tía abuela-, nos abren la puerta a la vida cotidiana de Santa Rosalía, en especial a la etapa final a manos de los franceses. Permiten a la imaginación viajar en el tiempo y ubicarnos perfectamente en cada lugar que Consuelo describe de manera simple y sencilla. Esas páginas dejan ver también el amor que le tuvo a su pueblo y a su gente. Así, Consuelo a través de la lectura nos toma de la mano para que atravesemos con ella el umbral del misterio, como le llamó al poder cabalgar a caballo y conocer los distintos ranchos y serranías, a la par que se dejó alumbrar por los rayos del sol, sobre parajes espectaculares.
Consuelo Corona atestiguó cómo los barcos alemanes se anclaron frente al rompe olas después de descargar el material que traían, así, uno tras otro. "La Guerra Mundial estaba en marcha", escribiría después en las hojas de sus memorias.
Cuenta de su experiencia al conocer al representante del emperador chino que vino a Santa Rosalía y lo que le impresionó su elegante túnica color azul, con un dragón bordado y un collar de piedras rojas.
Escribió del aire de fiesta que se vivía cada sábado de raya, cuando los trabajadores de las minas y sus familias freían chorizos, hacían tamales, menudo y tortillas de harina y por supuesto bebían mezcal.
De su experiencia en el desastre natural de mil novecientos treinta y nueve, cuando las lluvias causaron grandes daños y su impotencia por no poder ayudar más de lo que deseaba.
Cuestionó a los accionistas franceses por no venir; pensó que era el deber que tenían, estar aquí y ser testigos de la admirable obra que juntos, franceses y mexicanos realizaban en esta región tan lejana y hostil. Sin embargo, soy de la opinión que todas las personas que conocemos de la historia de El Boleo, somos conscientes de la desigualdad de condiciones que imperó entre éstos. Sobre todo entre los mineros mexicanos, chinos y yaquis. ¿Pero quién querría venir a éstas tierras? Se preguntó Consuelo. Fue para ellos más sencillo disfrutar a la distancia, entre el lujo y la opulencia, de las ganancias de tan duro trabajo, escribió en su diario.
Preocupada por el futuro de su querido pueblo una vez terminados los trabajo de El Boleo, pidió a uno de los funcionarios mexicanos que lo visitaron, hiciera todo lo necesario para que Santa Rosalía no terminara. Visionaria además, sabía que su pueblo guardaba un gran potencial y no dudaba en que podía llegar a convertirse en un centro turístico importante -visión que en la actualidad a muchas personas y gobiernos les ha faltado-.
Desafortunadamente las circunstancias la llevaron lejos de aquí, a mediados de mil novecientos cincuenta y cuatro, tenía 46 años, Consuelo se despidió no sin gran dolor, de su tierra.
Fue quizás uno de los momentos más tristes de su vida.
Este libro guarda las memorias de una mujer amante de la fotografía y los perros, fiel a su gente, la cual nunca dejó de añorar y preocuparse por ella.
Es sin duda una lectura que debemos darnos el tiempo de hacer. Conocer la historia escrita por una mujer que vivió intensamente y que murió lejos del lugar que la vio nacer sintiendo el mismo e intenso amor por él.
Lectura sugerida: "El Boleo en los diarios de Consuelo Corona de Nopper" (De: Gamaliel Valle Hamburgo y Catalina Balbuena Escobar, compiladores)
Fotografías cortesía de: Gamaliel Valle Hamburgo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario