domingo, 30 de diciembre de 2018

Mis días del 2018


Cruzar el desierto  me parece un acto contemplativo y de introspección.

Mientras conduzco mi automóvil  a través de la transpeninsular y observo la naturaleza,  me es casi imposible -al compás de la música de Bach- rememorar  muchas de las cosas que hice este año que termina, a la vez que me cuesta controlar la avalancha emocional que cae sobre mí.
Algo muy bueno que pude lograr este año es tener una librería. Recuerdo cuando descubrí que el local donde ahora se ubica La vendedora de libros, se alquilaba. Fue un flechazo, amor a primera vista y si alguna duda tuve de iniciar con este proyecto, desapareció en el mismo instante  que vi el local vacío haciéndome un guiño con su gran ventanal  frontal.  De eso ya son diez meses y cada vez me siento más enamorada.
Realicé varios viajes: conocí San Francisco de la Sierra y su arte rupestre. Sentí la historia vibrando bajo mis pies, frente a mis ojos que se deslumbraron con sus colores. Escuché el canto de la Madre Tierra hablándome. Me reconocí  -otra vez- insignificante como una minúscula parte del cosmos. Por otro lado y todo lo contrario a la experiencia previa, regresé a Disneyland donde me sentí niña de nuevo y recordé las veces que en compañía de mi familia gocé de ese parque.
Visité por primera vez el zoológico de San Diego y el parque Balboa, del que me fascinaron sus museos, sobre todo el de arte.   
Escuché cantar en vivo a Siddartha, en Tijuana.                                                                                                   
Transité por el camino aún inconcluso que lleva, saliendo de Mexicali y pasando por San Felipe  y otras comunidades a la carretera transpeninsular, a la altura de laguna Chapala. Me maravillé con sus espectaculares vistas.                                                                                                                   
Anduve por los más hermosos rincones de México: Mazamitla –me enamoró- Jiquilpan, Jocotepec, Tlaquepaque y también Manzanillo, su centro y su playa. 
La ruta Rulfiana: Tapalpa, San Gabriel, Sayula  y la gran Comala; donde me envolvieron las voces de Juan Rulfo. Qué decir de su volcán de fuego.                                                                          
Por cuarta vez estuve en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara: ahí conocí en persona a Orhan Pamuk, Marcela Lagarde, Denise Dresser, Adriana Malvido, María Fernanda Ampuero, Omar López Cruz, George F. Smoot . Otra vez escuché a Lidya Cacho, Benito Taibo, Alberto Ruy Sánchez, Francisco Martín Moreno.  Abracé y platiqué con grandes amigos como Rodolfo Naró, Miguel Asa y Edgar Krauss. 
Escuché cantar en vivo a Lila Downs, en un concierto único.             
Reconocí al bello Tequila y otra vez al estrenado pueblo mágico de Tlaquepaque. Luego visité la gran ciudad de México: caminé por Chapultepec y la historia de su castillo. Estuve en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, la sala Nezahualcóyotl, donde escuché al trío Masky. La bella Bellas Artes y la magnífica exposición de Kandinsky. 
Me tocó estar en el zócalo y ser testigo de un momento histórico –nos guste o no- : la toma de posesión del nuevo Presidente de la  República. La plaza bullía.                                                           
Viaje en autobús a la ciudad de Puebla donde me maravillé con su biblioteca Palafoxiana y su comida típica. Cholula y sobre todo Atlixco, me dejaron con ganas de regresar y pasar más días, cautivada por la cercanía del Popocatépetl, de sus artesanías y de su plaza y callejones.                                                                                                                                                       
En la comunidad inicié el proyecto "Mujeres de Letras libres", dándome la oportunidad de conocer a grandes mujeres feministas, como Paola Arzate. Y de ese proyecto y sus actividades, intercambiar momentos, charlas, lecturas, proyecciones de cine, café, té,  con  mujeres de la comunidad con las que estoy  tejiendo una red de sororidad; a la vez que estrecho lazos con otras, en las distintas comunidades del municipio.                                                                                        
Participé en una actividad con el programa Alas y Raíces, invitada por Alma Joana, su directora. Reanudé proyectos que habían estado en pausa, como Cinema Providencia.                           
Pinté otra vez paredes en Cultura Urbana,  frases de mujeres escritoras.                                
Escribí y envié cartas, compré libros, leí sobre feminismo,  escribí, corrí como si se me fuese la vida en ello, con los brazos abiertos desafiando al viento. Bebí café, té y vino.                           
Hice el amor con todo mi amor y terminé con el corazón desbordado, con las ansias de continuar perpetuando esos instantes con él.
Comí pastel y muchas, muchas comidas hipercalóricas y todo lo disfruté sin culpa. Me tendí a los rayos del sol sobre la arena cálida, acariciada por las olas del mar. Obsequié regalos a las personas que amo simplemente porque las amo y eso me hace sentir feliz.       
Visité la tumba de mi padre y madre,  los extrañé y lloré otra vez.                                                       
Sin embargo, lo más importante fue que me ocupé de mí y con ayuda de una excelente profesionista, reconocí el por qué de mis emociones y trabajarlas me llevó a aclarar mis sentimientos y actitudes ante ciertas circunstancias. Me deshice de muchos miedos y sobre todo culpas que hasta ahora aligeran mi transitar por la vida y mejoraron la convivencia con las personas de mi entorno.  Aprendí que soy la única responsable de mis emociones y de lo que me permito sentir,  así como no lo soy de las emociones y sentimientos que se generen en otros.  
Confirmé  -y lo sigo haciendo-  que sólo queriéndome, amándome con todo lo que soy, sin avergonzarme de nada, puedo establecer relaciones sanas tanto con hombres y otras mujeres. Que la libertad y el amor en una pareja no tienen por  fuerza que firmarse, sencillamente esto se da y se demuestra. 
Hablar, es decir, comunicarse es uno de los principales cimientos para que todo sea menos complejo. 
Absolutamente, sí se puede amar a una sola persona y desear compartir la vida entera con ella. El verdadero amor se vive cada día. 
El amor de mi vida nació varios años después que yo  y  me ha dado en todos los contextos, mucho más que cualesquier  otro.                                                                                                         
Este año lloré, lloré mucho; en las lágrimas volqué mis dolores y ausencias, frustraciones y miedos, rabia e impotencia; mi tristeza.
Hoy me siento una mujer que si bien no  ha terminado de reconstruirse, sigue trabajando para sentir la vida de manera diferente; más tranquila, menos ansiosa. Más responsable de mi ser interno y más despreocupada por mi apariencia externa. Y aunque todavía me falta camino por andar… estoy viva y mientras respire seguiré sintiéndome orgullosa de ser esta mujer  cuyo corazón vibra al ritmo de la Madre Tierra.
Amo lo que la vida me dio estos 365 días: Alejandra, Patricia, Jorge. A mis mascotas: Brownie, Bombón y Caramelo. Y por supuesto a mi compañero de aventuras y desventuras: Edgardo Maya.

Gracias 2018. 

He llegado a mi destino.