domingo, 30 de diciembre de 2018

Mis días del 2018


Cruzar el desierto  me parece un acto contemplativo y de introspección.

Mientras conduzco mi automóvil  a través de la transpeninsular y observo la naturaleza,  me es casi imposible -al compás de la música de Bach- rememorar  muchas de las cosas que hice este año que termina, a la vez que me cuesta controlar la avalancha emocional que cae sobre mí.
Algo muy bueno que pude lograr este año es tener una librería. Recuerdo cuando descubrí que el local donde ahora se ubica La vendedora de libros, se alquilaba. Fue un flechazo, amor a primera vista y si alguna duda tuve de iniciar con este proyecto, desapareció en el mismo instante  que vi el local vacío haciéndome un guiño con su gran ventanal  frontal.  De eso ya son diez meses y cada vez me siento más enamorada.
Realicé varios viajes: conocí San Francisco de la Sierra y su arte rupestre. Sentí la historia vibrando bajo mis pies, frente a mis ojos que se deslumbraron con sus colores. Escuché el canto de la Madre Tierra hablándome. Me reconocí  -otra vez- insignificante como una minúscula parte del cosmos. Por otro lado y todo lo contrario a la experiencia previa, regresé a Disneyland donde me sentí niña de nuevo y recordé las veces que en compañía de mi familia gocé de ese parque.
Visité por primera vez el zoológico de San Diego y el parque Balboa, del que me fascinaron sus museos, sobre todo el de arte.   
Escuché cantar en vivo a Siddartha, en Tijuana.                                                                                                   
Transité por el camino aún inconcluso que lleva, saliendo de Mexicali y pasando por San Felipe  y otras comunidades a la carretera transpeninsular, a la altura de laguna Chapala. Me maravillé con sus espectaculares vistas.                                                                                                                   
Anduve por los más hermosos rincones de México: Mazamitla –me enamoró- Jiquilpan, Jocotepec, Tlaquepaque y también Manzanillo, su centro y su playa. 
La ruta Rulfiana: Tapalpa, San Gabriel, Sayula  y la gran Comala; donde me envolvieron las voces de Juan Rulfo. Qué decir de su volcán de fuego.                                                                          
Por cuarta vez estuve en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara: ahí conocí en persona a Orhan Pamuk, Marcela Lagarde, Denise Dresser, Adriana Malvido, María Fernanda Ampuero, Omar López Cruz, George F. Smoot . Otra vez escuché a Lidya Cacho, Benito Taibo, Alberto Ruy Sánchez, Francisco Martín Moreno.  Abracé y platiqué con grandes amigos como Rodolfo Naró, Miguel Asa y Edgar Krauss. 
Escuché cantar en vivo a Lila Downs, en un concierto único.             
Reconocí al bello Tequila y otra vez al estrenado pueblo mágico de Tlaquepaque. Luego visité la gran ciudad de México: caminé por Chapultepec y la historia de su castillo. Estuve en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, la sala Nezahualcóyotl, donde escuché al trío Masky. La bella Bellas Artes y la magnífica exposición de Kandinsky. 
Me tocó estar en el zócalo y ser testigo de un momento histórico –nos guste o no- : la toma de posesión del nuevo Presidente de la  República. La plaza bullía.                                                           
Viaje en autobús a la ciudad de Puebla donde me maravillé con su biblioteca Palafoxiana y su comida típica. Cholula y sobre todo Atlixco, me dejaron con ganas de regresar y pasar más días, cautivada por la cercanía del Popocatépetl, de sus artesanías y de su plaza y callejones.                                                                                                                                                       
En la comunidad inicié el proyecto "Mujeres de Letras libres", dándome la oportunidad de conocer a grandes mujeres feministas, como Paola Arzate. Y de ese proyecto y sus actividades, intercambiar momentos, charlas, lecturas, proyecciones de cine, café, té,  con  mujeres de la comunidad con las que estoy  tejiendo una red de sororidad; a la vez que estrecho lazos con otras, en las distintas comunidades del municipio.                                                                                        
Participé en una actividad con el programa Alas y Raíces, invitada por Alma Joana, su directora. Reanudé proyectos que habían estado en pausa, como Cinema Providencia.                           
Pinté otra vez paredes en Cultura Urbana,  frases de mujeres escritoras.                                
Escribí y envié cartas, compré libros, leí sobre feminismo,  escribí, corrí como si se me fuese la vida en ello, con los brazos abiertos desafiando al viento. Bebí café, té y vino.                           
Hice el amor con todo mi amor y terminé con el corazón desbordado, con las ansias de continuar perpetuando esos instantes con él.
Comí pastel y muchas, muchas comidas hipercalóricas y todo lo disfruté sin culpa. Me tendí a los rayos del sol sobre la arena cálida, acariciada por las olas del mar. Obsequié regalos a las personas que amo simplemente porque las amo y eso me hace sentir feliz.       
Visité la tumba de mi padre y madre,  los extrañé y lloré otra vez.                                                       
Sin embargo, lo más importante fue que me ocupé de mí y con ayuda de una excelente profesionista, reconocí el por qué de mis emociones y trabajarlas me llevó a aclarar mis sentimientos y actitudes ante ciertas circunstancias. Me deshice de muchos miedos y sobre todo culpas que hasta ahora aligeran mi transitar por la vida y mejoraron la convivencia con las personas de mi entorno.  Aprendí que soy la única responsable de mis emociones y de lo que me permito sentir,  así como no lo soy de las emociones y sentimientos que se generen en otros.  
Confirmé  -y lo sigo haciendo-  que sólo queriéndome, amándome con todo lo que soy, sin avergonzarme de nada, puedo establecer relaciones sanas tanto con hombres y otras mujeres. Que la libertad y el amor en una pareja no tienen por  fuerza que firmarse, sencillamente esto se da y se demuestra. 
Hablar, es decir, comunicarse es uno de los principales cimientos para que todo sea menos complejo. 
Absolutamente, sí se puede amar a una sola persona y desear compartir la vida entera con ella. El verdadero amor se vive cada día. 
El amor de mi vida nació varios años después que yo  y  me ha dado en todos los contextos, mucho más que cualesquier  otro.                                                                                                         
Este año lloré, lloré mucho; en las lágrimas volqué mis dolores y ausencias, frustraciones y miedos, rabia e impotencia; mi tristeza.
Hoy me siento una mujer que si bien no  ha terminado de reconstruirse, sigue trabajando para sentir la vida de manera diferente; más tranquila, menos ansiosa. Más responsable de mi ser interno y más despreocupada por mi apariencia externa. Y aunque todavía me falta camino por andar… estoy viva y mientras respire seguiré sintiéndome orgullosa de ser esta mujer  cuyo corazón vibra al ritmo de la Madre Tierra.
Amo lo que la vida me dio estos 365 días: Alejandra, Patricia, Jorge. A mis mascotas: Brownie, Bombón y Caramelo. Y por supuesto a mi compañero de aventuras y desventuras: Edgardo Maya.

Gracias 2018. 

He llegado a mi destino.

jueves, 25 de octubre de 2018

Patricia, mi hija.


La recuerdo cantando muy bajito una canción de Adele. Cada una en su cuarto –ella y yo- en la quietud y silencio de la casa. Su voz tan dulce llega a mis oídos y me invade un sentimiento que no puedo describir, si, eso que se simplifica en inefable.  

Llegó casi recién entrado el siglo XXI,  después de haberla perdido un año antes. Su espera estuvo llena de sobresaltos; tanto, que me vi obligada a guardar reposo varias semanas para no adelantar su llegada, sin contar lo mal que la pasé las doce primeras a causa de la hiperemesis. Al final todo salió bien y mi pequeña Patricia vio la luz del mundo un cálido -a pesar que los árboles habían empezado a tirar sus hojas crujientes y doradas- lunes diecinueve, pasado el medio día. Si, noviembre la acogió jubiloso y con tibieza. El otoño la abrazó con su sol y sus vientos. El mar, rompió gustoso sus olas contra las rocas que sonrieron abrazándolo también. 
Mi niña hizo saber al mundo de su presencia con un llanto vigoroso, tan lleno de dulzura que todo lo conmovió. 
La vida abrió sus brazos para darle la bienvenida y yo con ella.  

Patricia, hace honor a su nombre. El significado bíblico según encontré, es: “Aquella que es noble”, y lo creí tal vez porque es justo así. 
Desde muy niña lo fue y ahora que es una joven de bachiller a punto de graduarse no ha cambiado. Su corazón es grande y más que palpitar, repica melodioso, con un tun, tun; tun, tun, contagioso, así como lo es su risa.

Recuerdo su cabello fino, negro y rizado recogido en dos coletas. ¿Dónde quedaron esos rizos? Por alguna razón desaparecieron, ahora su cabello es lacio y sin sus dos churos rizados danzando. Bailaba tanto, no sé porque ya no lo hace, tal vez por vergüenza ya que dice que no sabe. “Cómo vas a saber si nunca lo intentas”, le digo yo, más no sirve de nada, no logro convencerla para que se anime. Al menos no en mi presencia.

Sigue cantando bajito casi siempre en inglés y yo sigo disfrutando oírla. 

Es una joven fuerte aunque quizá no se ha dado cuenta. Es independiente porque ha aprendido a hacer tantas cosas. Tiene mucha facilidad para relacionarse con las personas. Es una muy buena compañía Es divertida y me gusta cuando ríe un poco avergonzada por las tonterías que digo y hago. Si supiera que muchas veces son sólo para simplemente eso, escucharla reír. Sobre todo cuando la siento distraída, un poco ausente, un poco triste. 
Porque no es tan  difícil darse cuenta cuando le pasa algo; su sonrisa desaparece y se torna meditabunda. Trato de respetar su silencio aunque me duela saberla así. En la adolescencia y juventud no hubo quien no pasara malos ratos debido a decepciones que más adelante y de manera retrospectiva aceptamos como tontas. Por lo pronto daría muchas cosas para poder evitárselas. Sin embargo, la vida exige también vivirlas para de alguna manera fortalecer el espíritu de quien las sufre. 
Más tarde, cuando veo que la pequeña tormenta ha pasado, pregunto y hablo, a veces en broma, otras con mucha seriedad pero siempre con la intención de ayudar. Ojalá sirva de algo. 

Patricia es una aliada.

Me gusta la espontaneidad con la que vive, cómo se toma la vida. Me gusta lo dedicada que es a pesar de aparentar que no. Me gusta y me preocupa su inocencia y falta de malicia, es decir, su exceso de confianza en las personas.

Ahora que se acerca cada vez más el día en que vaya a la universidad, el corazón se me apachurra y de sólo imaginar lo que será esta casa sin ella, me duele el alma y quisiera regresar el tiempo y abrazarla y retenerla y verla otra vez bailar y tocar sus rizos y llevarla de la mano por la calle y tantas cosas más. 

Patricia es una joven con un potencial enorme para llegar a ser lo que se proponga y lo hará, de eso no me cabe duda. Sólo deseo poder estar ahí celebrando juntas con el resto de la familia. Mientras ese día llega, estaré también para cuando lo necesite a través de un mensaje o de una llamada, cuando la presencia física de mi persona no pueda apapacharla. 

Quise escribir sobre ella, porque el tiempo se me ha venido encima y ahora la vida también está a punto de arrebatármela. Esa vida que le sonríe pícaramente para seducirla y animarla a que abra sus alas y pruebe volar sola. 
Mis manos tiemblan al escribir esto y mis ojos se anegan.
No quiero que se vaya.   

Mientras sigamos juntas aquí, de la casa al trabajo, del trabajo a la casa, vendiendo libros, disfrutando la playa, comiendo pastel y también pasta, enseñándola a conducir; disfrutaré de su presencia, de su charla y de su risa, más que nada. 



“Espero que mi hija crezca empoderada y no se defina por su aspecto, sino por las cualidades que hacen de ella una mujer inteligente, fuerte y responsable.”

Isaiah Mustafa

martes, 9 de octubre de 2018

La mujer que no soy


Dices que es difícil hablar conmigo, sólo soy una mujer pensante que debate y cuestiona.
Que no sea "tan" feminista, cuando apenas estoy adentrándome en el tema. Cuando no soy ni la quinta parte de lo que quisiera poder llegar a ser.
Que no llore ni extrañe, que es de cobardes hacerlo; cuando para mí son actos de liberación y amor.
Que soy efímera, cuando permanezco a tu la lado por voluntad propia.
Dices que soy amante, como si por eso tuviera que sentirme avergonzada. Si supieras que he sido, soy y lo seguiré siendo. Nadie me obliga, es un placer libremente elegido.
Que grito,  sin embargo; no has  logrado entender que es sólo el énfasis que le doy a mis palabras; impotencia y desesperación que brotan incontrolables de mi boca para hacerme escuchar y entender por ti. No, no soy una loca.
Que no escriba; cómo, si de eso depende mi equilibrio. Las letras son el cauce por el cual desfogo mis emociones, frustraciones y anhelos.
Dices que me odias y que no me aguantas; para esto no tengo palabras.

Definitivamente no soy mejor que nadie. Lo que si es cierto, es que estoy en el camino del aprendizaje. Aprender a identificar y encausar mis emociones de la manera más adecuada, menos nociva. Buscarme y lograr encontrarme y reconocerme. Estoy en eso.

En ese camino he decidido que quiero seguir siendo la mujer que piensa, que debate, que no se calla. La que llora y extraña, en fin, una cobarde.
La amante que a pesar de sentirse efímera no se rinde, todo lo contrario. Sigo buscando motivos y argumentos para preservar el amor que se me ofrece y al cual correspondo. Que presiento o siento. Hasta que la sensatez diga ya basta.

Quiero seguir hablando con pasión aunque para eso tenga que elevar el tono de mi voz.
Escribir sin reservas, sin temor a ser enjuiciada por las personas que me conocen y saben lo que siento y como lo siento y expreso.
No te tomes todo personal, o tal vez si. Quizá seas tú el que detona estos estados que tanto odias.
Deseo seguir haciendo cambios en mí para generar cambios en otras personas -en mis más cercanos –si lo quieren y aceptan.

Soy la mujer que no quiere ni acepta seguir deteniéndose a dar explicaciones. Ni conciliar nimiedades ni absurdos. Me niego rotundamente a continuar defendiéndome –irónicamente- de los embates  -conscientes o inconscientes- que las personas que más quiero me propinan.

No quiero -ni acepto- seguir pidiendo ni esperando lo que no se me está dispuesto a dar sin reclamos ni condicionamientos. 

Soy una mujer responsable que sabe cuidarse y cuidar de los suyos. Hace mucho la vida me enseñó a hacerlo, golpe tras golpe. Aunque por momentos me guste depender de otras personas, lo hago por simple gusto. Llámale comodidad.

Y en el amor me queda claro que cada quien tiene sus razones, desazones, decepciones y acaso tal vez sus esperanzas.

Yo, mujer gerundio, quiero seguir amando, llorando, riendo, escribiendo, gritando, extrañando.
Disfrutar de la libertad de vivir y amar.

Seguir siendo la mujer que no soy -para ti-.
Entera y eternamente Imperfecta.


"Ya no mujer joven sino mujer rotunda. Mis deseos ya no intuiciones sino certezas." Giaconda Belli.

jueves, 4 de octubre de 2018

Otro tipo de otoño

Hace unas semanas visité la tumba de mi padre y de mi madre. Les llevé flores y me quedé ahí, haciendo como que leía la inscripción de la lápida. Queriendo hablar con ellos en mis adentros, sin lograrlo.

Yo no sé ustedes, pero a mí no se me da eso de hablar con los muertos. Más bien, me gusta guardar silencio y concentrarme en el recalcitrante dolor que sigue escondido por ahí, en alguna cavidad del corazón y que me carcome, sobre todo en el otoño. 

Pero déjenme contarles que ese día que fui al cementerio, por la noche soñé a mi madre. En el sueño, el cortejo fúnebre se dirigía al panteón por la subida a Mesa México, yo lo veía desde la plaza mientras trataba de darle alcance, mas no lo logré –otra vez-. Segundos después, me vi caminando entre gente que no conocía, llorando y gritando, ¡mamá, mamá, mamá!

Desperté entonces escuchando mis propios gritos y sintiendo profunda tristeza. Hace un par de días la volví a soñar, pero ese no lo recuerdo. 

El otoño siempre ha sido complicado para mí, desde que me acuerdo me genera mucha melancolía, emociones ambiguas. Ahora que el otoño me ha arrebatado  a dos de las personas que más quería, es distinto. No sólo me siento melancólica, también nostálgica.  Y me da por pensar mucho en ellos dos. Por extrañarlos ante cualquier estímulo: una canción, una foto, comida. Durante el transcurrir del día me ahoga un nudo invisible que aprieta mi garganta. 
El veintisiete de octubre mi madre cumplirá dos años de ausencia eterna. Durante muchos días del año vivo creyendo que ya superé su partida, y más concretamente la forma en que sucedió su muerte y mi no presencia en su sepelio; sin embargo, ahora no estoy tan segura.

¿Cuánto tiempo dura un duelo? ¿Cuánto tiempo se le llora a un muerto? 

Muchos días las letras revolotearon en mi mente queriendo acomodarse y salir. Cada intento fue una contracción brusca y dolorosa. Ahora estoy confundida, no sé si ya me siento mejor; si todavía los deseos de llorar los cargo bulléndome  en el pecho. Si las ganas de reclamarle a la vida la forma que me separó de ellos también están sepultadas. 
Han sido tantos días sin ellos, tantos, tantos, que parecen tan pocos.

Mi padre murió en noviembre, ya casi serán once años. Él es otro cantar, otro boleto, otro dolor,  no obstante, se mezcla con este.

En el otoño en especial, corro detrás de la vida queriendo abrazarla, retenerla un poquito más. Mirando el cielo con desesperación o anhelo, o esperanza, o vayan ustedes a saber qué.

Corro con el corazón contrito. Con la voz en un grito. Corro. Corro. Corro.


viernes, 17 de agosto de 2018

Poesía



El día que descubrí la belleza de la poesía escrita por Giaconda Belli, Sylvia Plath, Nauhi Olin, Elías Nandino, Vicente Huidobro, Nicanor Parra, Alejandra Pizarnik y Alfonsina Storni, por citar a algunos y algunas poetas; mi vida en el mundo de la lectura no volvió a ser la misma. 

Descubrí sus letras poco a poquito, cada cual a su tiempo, como si tuvieran cada uno de esas y esos poetas, un motivo especial para revelarse ante mis ojos. 

A partir de entonces, en cada uno de esos momentos tan especiales y sublimes, mi existencia tuvo y tiene el alimento que necesitó y necesita para navegar y sobrevivir en los mares más embravecidos. 

La poesía es mi tabla de salvación. Lo que me mantiene a flote en espera de que el cielo escampe y  mi mar se torne en calma.   

La poesía que leo son pequeñas dosis de felicidad. La que escribo, el ejercicio que utilizo para no ahogarme. 

Caminé por las calles del pueblo
esa tarde de otoño
El sol ya no quemaba
como en agosto con su canícula
Todo lo contrario, sus rayos formaron
una divertida mancuerna con la
brisa que movió las hojas de los árboles
y jugó con mi vestido corto y
revolvió mis cabellos sueltos.
Caminé por esas calles
que me recordaron tu ausencia
Es que ellas guardaron -lo siguen haciendo-
el eco infinito de tu risa indiscreta
y aunque el polvo ya cubrió tus pisadas
seguí tu rastro guiada por la añoranza de tu aroma
la sensación de tu tacto en mi cintura
tu aliento melifluo en mi oreja
Caminé y traté de encontrar tu mirada
en los ojos del vendedor de la esquina
en la del conductor del auto que me cedió
el paso al cruzar la avenida
En la persona que leía el periódico
sentada en nuestra banca preferida
Sin embargo fue inútil
A ti te llevó el olvido
El viento
el mismo que un día te trajo a mí
el que nunca nos regresa al mismo
sitio, ni al mismo puerto
Te fuiste tan lejos que esa tarde
ni pensando, ni buscando, ni extrañándote
ni siquiera sintiendo el mismo sempiterno amor
logré tu regreso ese día, tarde
mientras caminé por las calles del pueblo.

Poema: Olvido.
Por: Patricia Valenzuela.


Calle Solitaria
20-12-2008
Autor: Enrique
Tomada de internet


lunes, 13 de agosto de 2018

"Mujeres de letras libres". Más allá de la radio


Ser  mujer no es nada fácil. En ningún momento de la historia lo ha sido. Desde el génesis fuimos subyugadas. La historia se conoce de sobra, así que no tengo porqué repetirlo escribiéndolo ahora. 
Sin embargo lo que también es cierto, es que de un tiempo a la fecha, en la historia se han venido sucediendo una serie de  acontecimientos relevantes, cuyas protagonistas somos ahora las mujeres. 

A pesar de eso, todos los días hay algo que me recuerda lo mucho que falta por hacer, por andar, para que podamos ver y sentir que en el mundo, la justicia y la igualdad se hicieron para que la humanidad  entera disfrute de ellas, no sólo los hombres. 

Hace un par de meses inicié un proyecto de radio llamado "Mujeres de letras libres". La idea principal es hablar de las grandes mujeres que han hecho historia y con ese legado nosotras las de hoy,  contar con herramientas que nos ayuden a poder darle un nuevo significado a nuestras vidas. Además de leer poesía y compartir sugerencias literarias, en el programa también comento acontecimientos actuales donde la mujer es el punto central, especial e importante. Por otro lado, lo utilizo como espacio para denunciar y protestar por todas las atrocidades de las que somos víctimas en México y en el resto del mundo. 
Quiero convertirme un poco en la voz que grite y represente a muchas otras mujeres, voces y gritos, en especial de las que no pueden o no se atreven a hacerlo. 

El proyecto sigue ahí, ahora en pausa por asuntos técnicos de la radio. 

A pesar de esto que les cuento, siento que no ha sido suficiente, que no he hecho lo necesario para ayudar tanto aquí en la comunidad como en las del resto del municipio, a combatir este problema,

¿Saben por qué? Porque conozco de cerca a mujeres que dejan de hacer lo que más les gusta, por ejemplo, formar parte de un grupo de lectura y hacer fomento, debido a la dominación que sus parejas tienen sobre ellas, hasta el punto de aislarlas, prácticamente. A otras que prefieren callar y llorar cada noche cuando  sus maridos ejerciendo  presión sobre ellas, las obligan a tener relaciones sexuales cuando éstas no lo desean. Otras más, las que tienen que soportar que sus esposos les cuestionen en qué gastan el dinero que ellas mismas se ganan trabajando. O  estas otras, que son víctimas de los chismes de sus allegadas, por relacionarse por cuestiones de trabajo con hombres  y son tachadas de putas roba maridos. Un ejemplo más,  el hombre “molesto” porque su pareja le pide el divorcio y este para desquitarse deja correr el chisme de que es lesbiana, que lo dejó por una mujer. Conozco mujeres manipuladas a tal grado por sus parejas, que es imposible hacerles ver su realidad. Mujeres muy cercanas que necesitan ayuda profesional porque quieren más a su pareja que lo que se quieren ellas mismas. Es triste cada una de estas historias y muchas más que sin duda alguna, ustedes que me están leyendo deben conocer.  

Esto por desgracia no es todo. Es terrible en el ejercicio de mi profesión, recibir a recién nacidos hijos de niñas de 12 años sometidas a cesárea. Niñas-mujeres-mamás, cuyas parejas en ocasiones les doblan la edad. Niñas que a partir de ese momento tendrán que dedicarse a atender además de a su pareja, al  bebé. Niñas que no saben que hacer con esa pequeña vida en sus brazos, mas que mirarla atónitas. Niñas que no estudiarán, que las oportunidades para una vida mejor no existen ni existirán. Porque además sus parejas por lo regular son jornaleros de la comunidad de Vizcaíno, y por más que trabajen el salario que reciben apenas les alcanza. Porque su nivel de escolaridad con dificultad es la primaria o en algunos pocos secundaria.  Porque los dueños de los campos agrícolas son personas que están por encima de las leyes y las autoridades se hacen de la vista gorda. Sólo los toman en cuenta en tiempos de campaña electoral. Porque  por una razón que desconozco todos estos trabajadores y sus familias no están afiliados al IMSS, cuando es un derecho que los patrones deberían de respetar y proporcionarles. 

Qué rabia, indignación, desconsuelo.  

Mujeres jóvenes ya con dos o tres hijos, viviendo en condiciones deplorables, hacinadas, con los servicios básicos en lo que apenas podría llamarse casa. 
Mujeres que tienen que pedir autorización del esposo o pareja para decidir si el ginecólogo les liga las trompas y, sólo así dejar de estar pariendo año tras año,  niños y niñas que nacerán marcados por la desventaja, por la falta de oportunidades, que nacerán, crecerán y morirán pobres si es que no se mueren antes de los cinco años de diarrea o neumonía. Pacientes pediátricos que reingresan por la misma enfermedad,  porque se los llevaron de alta voluntaria -sin completar su tratamiento- a petición de la mamá que tiene que ir a atender a los otros dos o tres que dejó encargados, o por falta de cuidados necesarios al egresar del hospital.  

Niñas pariendo más niñas. 

Qué les puedo decir sobre cómo me siento cuando por las redes sociales, por la televisión o por otro medio, me entero casi todos los días de la desaparición de niñas y mujeres jóvenes que después son encontradas asesinadas tras haber sido violadas por los machos que pululan en las calles a plena luz del día sin inmutarse, seguros de que las leyes hechas por nuestro sistema patriarcal los protege. 
Cuando por las redes sociales somos buenos para publicar y compartir todo tipo de información, excepto aquella para ayudar a localizar a una mujer, niña o joven desaparecida.

Esta realidad es la que muchas veces me rebasa. Entonces  salgo o vuelvo a casa indignada con el gobierno, con las autoridades, con la iglesia, con los hombres. Indignada hasta las lágrimas. Indignada y dolida. Indignada y triste. Indignada y con pocas esperanzas. Y sí, dejo que el llanto aflore, que las lágrimas fluyan, porque sólo así siento un poco de sosiego, de descanso ante un panorama tan desalentador para nosotras las mujeres. Y ya que la tormenta emocional cesa, vuelvo a preguntarme, a replantearme qué es lo que puedo hacer para ayudar a cambiar mi entorno y por qué no, mi país. 

Por eso decidí iniciar un proyecto que traía en mente desde hace más de un año, pero  que por ciertas circunstancias no había podido arrancar. Un proyecto que va más allá de mi voz a través de un micrófono. 

El proyecto tiene el mismo nombre que mi programa de radio, "Mujeres de letras libres". Está dirigido obviamente a las mujeres. El objetivo, empoderarlas. Ofrecerles nuevas herramientas para que se desarrollen. Herramientas que les ayuden a reconocerse como personas libres, inteligentes, con la capacidad de decidir lo que sea mejor para cada una de ellas. Tejer una red municipal de mujeres autónomas y autosuficientes. Libres de todo yugo impuesto por el hombre. 

¿Cómo lograr esto? A través de la impartición de pláticas sobre temas de violencia de género, género y sexualidad, derechos humanos de las mujeres, talleres de educación feminista, de lectura y escritura, por mencionar algunos. 
Si, nada nuevo, lo sé. Sin embargo, todo importante. 

Pero bueno, esto no podría hacerlo yo sola, es por eso que solicité el apoyo de algunas personas de la comunidad así como de Fundación Hagamos Más (FHM), que de manera inmediata y solidaria han dicho que si al proyecto. 
Iniciaremos el 27 de agosto y durará una semana, con la visión de que se repita mínimo cada dos meses con diferentes ponentes. 
Mi primera invitada vendrá de la ciudad de La Paz. Es Psicóloga, Antropóloga y feminista, con amplia experiencia en la impartición de los temas que anteriormente les comenté.  
En la comunidad de Guerrero Negro, me apoyará Casa Grande. 

Sé que el camino es largo y arduo, que los buenos resultados no serán inmediatos, que necesitaré más apoyo, más disponibilidad de tiempo. Por eso me gustaría que mujeres de la comunidad se interesaran en participar. Claro, es un trabajo no redituable, no hay paga y no les miento, en este tipo de actividades muchas veces toca poner del propio bolsillo. 
El esfuerzo es grande mas no tengo dudas que lo vale. 

Invito pues, a que se sumen con un donativo por la cantidad que ustedes deseen, lo que quieran, de verdad. Nada sobra.
Y sobre este punto quiero comentarles algo muy importante, cada persona que ha colaborado y que colabore económicamente, recibirá un resumen de los gastos  que comprobaré debidamente ante FHM y aquellos que requieran recibo deducible de impuestos lo podrán obtener, ya que FHM también apoyará con eso. 

No podemos sentir indignación y permanecer inmóviles. La acción va incrustada en la definición de la palabra. Es por eso, porque me siento indignada,  que nace este proyecto. 

De verdad les digo, no deseo otra cosa que poder ver  grandes y buenos resultados. Sueño con tejer una  gran y resistente red de mujeres sororas, fuertes, libres, felices.


"Ser responsable de ti misma significa rechazar que otros piensen por ti, hablen por ti. Significa aprender a respetar y a usar tu propio cerebro y tus propios instintos."  Adrienne Rich.

Lectura recomendada: La creación del patriarcado, de Gerda Lerner.


Imagen de: Edgardo Maya Martínez, LDI (edgardomaya@hotmail.com).

domingo, 22 de julio de 2018

Carta a una hija


Ver crecer a aquellas personas a las que dimos vida es simplemente maravilloso. Reconocer en ellas algo nuestro e identificar diferencias y similitudes nos llena de satisfacción. Creer que nos pertenecen cuando no es así, puede generarnos un poco de frustración y reconocer que inevitablemente llegará el día que tendrán que tomar su propio rumbo, tristeza.  
De alguna manera intentamos que se vuelvan  nuestro reflejo, en mayor o menor medida. 
Dice la vox poluli que, entre más semejanzas en el carácter tengan las hijas e hijos con sus madres o padres, los conflictos entre estos pueden ser mayores. No obstante, y aunque estas dificultades en la crianza creen tensión en algunos periodos del desarrollo, las madres es especial, mantenemos un lazo muy fuerte con cada uno de los seres a los que trajimos al mundo. 
Cada relación es especial y única. 

Hoy esta carta va dirigida a una de las personas más especiales que la vida me dio la oportunidad de concebir, conocer y con sus aciertos y desaciertos, criar. 


Querida Alejandra:

Tu llanto vigoroso cimbró las paredes blancas y asépticas del quirófano tras una incisión horizontal en mi bajo vientre, y segundos después de que unas manos extrañas calzadas con guantes, la boca cubierta y vestida toda de azul te arrancaran abruptamente de mis entrañas. Ese primer llanto me pareció tu exigente reclamo a querer seguir unida a mí, en la estrecha, continua y sanguínea relación que sostuvimos por nueve largos meses; como si temieras que todo terminaría entre tú y yo a partir de ese turbulento momento en que abriste tus ojos y todo fue luz y sombras para ti. Mientras que para mí  significó la culminación de un estado de zozobra permanente, porque durante tu espera sentí que deambulaba con los ojos cerrados sobre una cuerda floja a cientos de metros de una superficie segura. Y no era para menos, ya te había perdido dos veces antes sin conocerte, todavía sin que tuvieras forma definida, a penas cuando tu pequeño corazón comenzaba a latir. Por ello con tu llanto, vino  la certeza que eso ya no pasaría, ya no te perdería, al menos no de la misma manera. 

Ese día todavía de verano conocí el color de tus ojos y el timbre de tu voz, la textura untuosa de tus mejillas regordetas y tu cabello fino y escaso con destellos dorados. Ese día besé tu rostro pequeño, vi y sentí  tu boca ansiosa y hambrienta buscar y succionar mi pecho para probar el calostro con el que te alimentarías por muchos meses. 
Tu nacimiento fue y seguirá siendo uno de los acontecimientos más maravillosos e inolvidables de mi simple existir.

Sin embargo muy a pesar mío, por una u otra razón, por lo difícil que se tornó la vida para mí en aquella época; no pude o no supe evitar que los efectos inicuos y colaterales de mis decisiones y acciones te alcanzaran y por lo tanto la luna de miel entre nosotras llegó a su fin. 

El proceso de tu desarrollo psicomotor normal tuvo que ver. Preferiste correr que permanecer en mis brazos, comer por ti misma aunque sólo la mitad del alimento contenido en el plato llegara a tu boca, anudarte las cintas de tus tenis favoritos una y otra vez por tu propia cuenta. Después, conforme fueron pasando los días y crecías, ya no dejaste que te secará el cabello después de bañarte. Te aburrió el cuento de Caperucita roja, ese, el remasterizado, donde la Caperuza era rebelde y no le temía a nada y donde obviamente no se la comía el lobo ni a ella ni a la abuela. Más adelante todavía, optaste por irte a la cama en silencio, sumida en tus pensamientos.  
Fue entonces que sentí que la brecha que nos separaba iba ensanchándose. Dejaste también de encontrar emocionante acompañarme a hacer las comprar de la semana y echar a la canasta lo que yo te indicaba. 

Así puedo llenar dos o tres cuartillas enumerando y describiendo las cosas que antes conmigo hacías y que fuimos dejando de lado, algunas por obviedad y tantas otras por nuestras manías. 
Cuando me di cuenta y aunque tu cuerpo era todavía de niña, tu mente era distinta. Eras una niña grande, no por tu forma de vestir, todo lo contrario. Era algo en  tu pensamiento que había cambiado. 



En la actualidad, sigues siendo para mi un misterio. Una joven que en ocasiones percibo temerosa y en otras tantas audaz y valiente. Eres tan diferente a mí cuando tenía tu edad, tu pensamiento tiene mucho menos ataduras, tienes más libertad de acción y decisión. Sin embargo y a pesar de ello, también logro ver en ti uno que otro rasgo mío, como por ejemplo que te cuesta un poco socializar y abrirte a las demás personas. Y aunque hace tiempo ya que intentamos esquivar algunas de  las diferencias que allanan nuestra relación y coartan nuestro diálogo, muchas veces sin tanto éxito, creo y sobre todo siento que la empatía y sororidad van ganando terreno entre nosotras dos.  Aunque sigas siendo un acertijo que no puedo descifrar, un rompecabezas complejo,  una caja fuerte cuya combinación no poseo.

Te quiero.



"He tenido que cuidar y sostener a la niña herida que había en mí. He tenido que acunarme y protegerme y como Nicodemo nacer de nuevo. Y en este renacer he encontrado a mi madre, también niña e indefensa, ansiando ser acunada tal vez por mí..."

Stanislav Grof

Imágenes de: Patricia Valenzuela

miércoles, 18 de julio de 2018

Viajar



Salir de viaje implica un riesgo en muchos contextos.

Visitar los Estados Unidos no deja de parecerme asombroso: grandes vialidades, todo limpio y ordenado, impresionantes centros comerciales con tiendas de “marca”, asombrosos parques de diversiones, museos. Muchas, muchas cosas que en México podemos tener pero de alguna manera no son iguales.

Por otro lado, lo que detesto es la forma que tienen algunos de sus ciudadanos de tratarnos. Las injusticias con nuestros compatriotas y latinos en general. Me molesto conmigo misma por tener que esperar tres horas para cruzar la frontera a un país donde el racismo predomina; me molesta su presidente que trabaja para que sus leyes perjudiquen tanto a los que viven en él y hasta a los que no, con sus políticas económicas y migratorias. Sin embargo y por sobre todas las cosas, me molesta sobremanera los políticos de México y la política de mierda que hacen, cuando veo a tantísimas personas de diversas edades, hombres y mujeres, vendiendo todo tipo de comida y artículos, sin una mejor oportunidad para avanzar en sus vidas. Me molesta ver tanta pobreza, mientras que la clase política a la que le hemos confiado nuestro país vive en el lujo y despilfarro a costa de la ciudadanía que les otorgó el voto.

Mientras los minutos pasan reflexiono hacia donde voy en ese instante y en la situación de mi país. Por un momento me siento culpable de salir a vacaciones justo a ese país. A gastar mi dinero, lo que a esa gente tanta falta le hace, como si nada sucediera. No obstante, pienso que me los he ganado trabajando. Soy una ciudadana que cumple con sus obligaciones fiscales, que todos los días se esfuerza por hacer mejor su trabajo.

En fin, me duele México y su desigualdad y eso da pie para que haga –vuelva a hacer- consciencia -ahora que las elecciones están a la vuelta de la esquina-, a quienes les  he de confiar mi voto.

La fila de automóviles avanza y atrás se queda mi país al que amo y por el cual trabajo y lucho desde mi trinchera para que  sea mejor.

Pero bueno, lo que al final deseo compartir con ustedes y motivo principal de este texto, es eso que les mencioné al inicio; salir de viaje ya sea por trabajo o placer es siempre un riesgo.

Es confortable salir a recorrer el mundo. Es maravilloso descubrir nuevos caminos que muestran el mismo mar, pero diferente. Asombrarme con el desierto y la diversidad de su flora, porque eso hace que me formula preguntas que me llevan a la lectura y a su vez a nuevos conocimientos. Es increíble como me hago consciente del tiempo y cuanto este ha pasado desde la última vez que estuve en un lugar. Es querer poder leer las formaciones rocosas que se me muestran al paso y ver como cada uno de sus estratos, son hojas de un libro abierto que no sé traducir y sin embargo me apasiona, haciendo que mi mente imagine y vuele miles y miles de años atrás.


Salir y viajar. Andar caminos ya hechos, prístinos y nuevos a la vez. Caminos que atraviesan el corazón de una montaña partida en dos a fuerza de la necesidad y necedad de los seres humanos por sentirse cerca de otros. De acortar las distancias que nos separan. 
Viajar es reír, a veces también llorar. Sobre todo si las emociones están a flor de piel y cualquier estímulo es pretexto para dejar que como un regalo, las lágrimas nos desborden, fluyan. 
Viajar es cantar una vieja canción que me lleva de vuelta a la época de mi juventud y darme cuenta que envejecer no es tan malo como a veces pienso, todo lo contrario;  el tiempo que se queda en mí  me ha hecho sentir más plena, más humana, más sensible, más amada. Sin duda, más, mucho más feliz que en cualquier otro época.


Pese a todo esto un riesgo está latente, y es el de extrañar a la familia –mascotas incluidas-. La calidez de la cama que conoce de memoria mi cuerpo. La intimidad de una oscuridad ya conocida. El aroma del café por la mañana en la cocina. Los ladridos de los perros cuando rascan la puerta porque quieren salir a pasear. La salida del sol coronando la isla La Tortuga. La calma del mar que todas las días me espera callado.
De alguna forma cada vez que salgo de viaje me extraño a mi misma en la cotidianidad de ser. Extraño todas las cosas que atesoro y amo y que quedan en espera de mi regreso.
Pero sobre todo me extraño en él, en mi mar, e imagino el momento de verlo por sobre la carretera dándome la bienvenida tan pacífico con su risa de suave ola.

Volver al pueblo que me adoptó es tener la certeza que este es el sitio en el cual deseo terminar mis días. 
Volver es la tranquilidad de sentirme en casa, mi sitio más seguro.

Certeza y seguridad que recuerdo, muchas personas no tienen.


"No todos los que vagan están perdidos".  J.R.R. Tolkien


Imágenes de Patricia Valenzuela.

martes, 17 de julio de 2018

Hashtag #Cuéntalo




Muchas mujeres han contado historias de abusos y agresiones sexuales bajo el hashtag #Cuéntalo desde el 26 de abril de este año, tras la indignación por la sentencia de La Manada (en España). 
Para leerlas sólo basta entrar a Twitter.

A partir de esa fecha las redes sociales se han convertido en una especie de megáfono de las muchas experiencias de tantas mujeres víctimas de acoso.

Al leer los testimonios –desgarradores la mayoría-, no puedo más que permanecer un buen tiempo pensativa. Es pues, cuando recapitulo mi vida desde la infancia hasta ahora y me considero una mujer con “suerte”.

A través del hashtag #Cuéntalo, gran cantidad de mujeres se han atrevido a denunciar de manera anónima y en otras no, sus experiencias. Algunos de los relatos son extremadamente crudos. Eso me da una idea de cómo los hombres bajo una tutela dominada por el machismo y cobijada por el arcaico y vigente patriarcado, no piensan o no les importa, o ambas, en que sus actitudes nos marcan y dañan a veces de manera permanente y casi siempre profunda.

La vida de una mujer víctima de acoso no vuelve –porque simplemente no se puede- a ser la misma. ¿Cómo? Si se trastoca lo más íntimo de nuestro ser sin consentimiento. Podemos continuar viviendo la vida de la manera más normal –en apariencia-. Ser exitosas, profesionistas, intelectuales, trabajadoras del hogar, madres; ser todo eso que podemos y queremos y en el fondo, seguir sintiéndonos transgredidas. Porque además, todos los días por todos los medios, en la calle, en la escuela, trabajo, dentro de la familia y con nuestras amistades, ese trastocamiento se reafirma; muchas de las veces de manera tan sutil, casi imperceptible. En otras tan brutal como que los índices de feminicidios cada día van en aumento.

Se necesita tener mucha fortaleza para superar ese trance y no vivir en la creencia de que todos los hombres son iguales; para no perder la fe y vivir una vida feliz.

Les comparto estas historias reales con nombres ficticios. Hechos que no fueron contados, mucho menos denunciados, porque al igual que muchas otras mujeres el miedo, vergüenza y culpa, impidió que la verdad saliera a la luz en su momento.

Historia #1: Araceli, 9 años. Jugaba en la calle con amigas y primos. Un hombre de la tercera edad de la casa de enfrente, la miraba siempre mientras se tocaba -él- los genitales. Un día la llamó y ella se acercó a la puerta de la casa, donde él le ofreció dulces y dinero a la vez que le mostraba imágenes de una revista porno y con la otra mano, temblorosa, se frotaba los genitales por encima del pantalón. Araceli huyó temerosa y avergonzada. Un día decidió confiarlo a uno de sus primos y, para comprobarlo tuvo que acercarse de nuevo al volver a ser llamada por el abuelito aquel. Se acercó mientras su primo se escondía detrás de ella. El primo entonces contó lo sucedido a su mamá y a los demás. Todos culparon a Araceli. Todos dijeron que el pobre hombre era un anciano que no sabía lo que hacía. Hubo quienes hasta lo tomaron a broma. Mucho tiempo Araceli vivió sintiendo culpa y vergüenza.

Historia #2: Mariana, 17 años. El esposo de su hermana mayor la perseguía y la besaba a la fuerza cada vez que la encontraba a solas. Incluso llegó a tocarle los senos mientras ella dormía, una noche en una habitación donde había otras personas durmiendo también, durante un viaje familiar. El salió huyendo sigilosamente cuando Araceli despertó sobresaltada al sentir la mano sobre su pecho. Ya de adulta, en ciertas ocasiones que se llegó a encontrar con su cuñado en reuniones familiares, ella rehuía la mirada perversa de él, evitaba hablarle a pesar de que él hacía todo por establecer contacto con ella. Mariana le temía o le teme todavía, pesar que desde hace varios años ya, no sabe nada sobre él.

Ella también calló por miedo a que no le creyeran, por miedo al escándalo, a que su hermana resultase lastimada. Vivió mucho tiempo con un gran remordimiento y sentimiento de culpa.

Historia #3: Emma, 22 años. Estudiante universitaria, introvertida, solitaria. Su compañero de carrera del cual creyó estar enamorada, abusó de ella varias veces, manipulándola, haciéndola creer que también la quería. En cuartuchos con música a todo volumen y amigos ebrios que “dormían” en el cuarto contiguo, ebria o sobria, él se desfogó, desbordó en ella para luego, levantarse y acompañarla a la esquina donde Emma esperaba el autobús que la llevaba a casa. Siempre vacía. Siempre sola. Siempre sin lágrimas.

Yo puedo ser Araceli, Mariana y Emma.

Tú, tu amiga, sobrina, hermana, vecina, pueden ser cualquiera de ellas.

Ha pasado mucho tiempo desde que sucedieron esto que les relato. ¿Qué fue de los victimarios? Uno ya está retorciéndose en los infiernos –ojalá-, el de la primera historia. El segundo, lo último que se supo es que vive casi como indigente, sumergido en las drogas. El tercero es médico cirujano, en un pueblo de uno de los estados del norte. Vive con su familia. 

¿Cuántas más habrán sido sus víctimas?

Mi intención al escribir estas experiencias de mujeres acosadas y violentadas, es que aquellas que lo estén sufriendo y me lean, se animen, pierdan el miedo y la vergüenza, que se deshagan de la culpa; porque ellas –nosotras las mujeres- no son culpables de vivir en una sociedad con una estructura patriarcal, aceptando al machismo cono algo tan natural.
Para ayudarnos a sanar existe la terapia psicológica. Nos brinda herramientas valiosísimas para poco a poco sanar el alma. 

Es verdad, en ocasiones puede haber daño colateral, efectivamente. Aún así denunciar, no callarse es lo mejor.

Por último, mujer: niña, adolescente, adulta: ¡no te calles! #Cuéntalo. Dejemos el miedo y la vergüenza de lado, porque eso los mantiene libres y sin castigo. No permitas que éstas historias –tu historia- se repitan. No importa la edad del acosador, del agresor, ¡son culpables y tienen que pagar por ello! No debería existir este tipo de “suerte”. Debería en cambio, existir un sistema de gobierno que nos de garantías, que no solape el machismo, que aplique todo el rigor de la ley, contra los hombres que en su plataforma de machos, se sienten y creen intocables y con todos los derechos sobre nosotras las mujeres.


“El feminismo es 
una forma de vivir 
individualmente 
y de luchar 
colectivamente.”

**Simone de Beauvoir **

Imagen tomada de internet.