martes, 24 de marzo de 2020

Aprender para florecer


Crecí en la soledad de una familia numerosa.
De reuniones familiares, de carnes asadas. 
Ausente de todas las personas que me rodeaban. 
Me construí un mundo propio, lleno de fantasías, de sueños y anhelos que nadie me ayudó a obtener.
En cuestiones del amor, sola recorrí el camino de los enamoramientos y decepciones. 
Sola y con las pocas herramientas que tuve, traté de defenderme de las inclemencias del amor.
Un amor que siempre quise obtener de otros y otras. Hombres y mujeres, pero más de ellos. 
Así y ante mi crónica insistencia de obtener lo que buscaba, terminé por desperdiciar hasta agotar las paupérrimas reservas de mi precario amor.
A raíz de eso, mi vida fue un historial de tropiezos, descalabros, raspaduras y heridas. 
Sufrí de un agotamiento emocional que me puso en la antesala de terapia intensiva.
Vagué por los más profundos abismos. Los páramos más grises. Entre la neblina más espesa, los bosque más densos. Siempre en busca de la salida. Siempre con el grito ahogado, con la yugular externa regurgitando palpitante. 
Vagué por senderos oscuros con las manos por delante, como invidente sin bastón, sin su lazarillo. Para indudablemente terminar con las manos ensangrentadas, los ojos; que tallé tratando de ver, de seguir algunas pisadas. 
La mayoría de las veces terminé hecha un ovillo llorando a gritos pidiendo ser rescatada. 
Hasta que por fin toqué fondo. Caí sin resistencia. Exhausta, al borde de la inconsciencia.
Ante tan duro y atroz golpe algo en mí despertó, se echó a andar. Mecanismo de defensa. Supe entonces que nadie se ocuparía de mí y tuve que buscar las maneras de salir del pozo y empezar a lamer las lesiones no sólo producto de la caída, sino también las cicatrices que todavía dolían. 
Poco a poco con ayuda de otra mujer, logré ordenar mis ideas, emociones y pensamientos. Entender y aceptar quién y cuál era la prioridad en mi vida. 
Fue un proceso largo y duro. No fue fácil ir recogiendo por el tan largo camino andado, mis órganos, mis piezas faltantes. Producto de mis automutilaciones, flagelaciones e inmolaciones, e ir pegándolas una a una. No fue fácil.
Sin embargo, logré hallar lo que me prometieron encontraría si me aplicaba. Si me dejaba guiar. Lo hice. En ello puse cuerpo, corazón y mente.

Con el paso del tiempo y el trabajo constante, logré fortalecer el amor, mí amor.
Empecé a escucharme aún en el grito. Aprendí a abrazarme. A proporcionarme las caricias que mi alma necesitaba y pedía.
Entendí que es válido callar por voluntad propia, sin tener que explicar que no significa desinterés o aburrimiento. Desde entonces valoro y disfruto mis silencios.
Acepté que aunque no soy escritora ni poeta, me gusta escribir y lo disfruto.
Me quedó claro que nadie tiene por qué coartar mis letras ni mis palabras. Me asumí responsable de ellas.También que me gusta cuestionar sin que eso signifique reclamar. Si, me gusta analizar las palabras dichas o escritas. Me gusta retener en la memorias una plática y escudriñarla, buscar sus significados para después aclararla para mí y con otras personas. Estoy segura que hacerlo no es malo. Solamente reflexiono aunque si, en ocasiones suelo ser incisiva. 

Empecé a descubrir mis virtudes. No todo era malo y feo en mí. No. Me costó mucho darme cuenta de eso.
Cuando lo hice, cuando inicié la aceptación, a aceptar quién verdaderamente era yo, rompí en un llanto amargo, desgarrador, colérico. Me pregunté: cómo pude llegar a tanto, tan profundo. Cómo pude dejarme llevar por pasajes tan oscuros por tantas personas. Dejé correr lágrimas hasta el cansancio y proseguí.

Ahora me emociona saberme, verme, escucharme.
Puedo observar mi reflejo en el espejo y aceptar mis arrugas, las incipientes canas, mi piel imperfecta.
Toco mi cuerpo con éstas manos grandes y me siento viva. Qué importa la falta de tono, la celulitis, las estrías. No son bellas, no obstante, me conforman y forman la geografía externa de mi ser mujer, pensante, palpitante. 
Todos los días desde aquella caída, una vez iniciado el proceso de rehabilitación, me levanto hablándome bonito. Y cuando tropiezo y parece que retrocedo un poco, vuelvo a la raíz de todo. Rememoro lo aprendido, lo hablado y entonces reinicio.

Descubrí el amor que me habitó desde la infancia y que permaneció sepultado bajo los pesados escombros de la manipulación, la violencia sexual y psicológica. Los falsos amores, el llanto silencioso en una cama compartida. Bajo la soledad de una niña que siempre se sintió fea,insignificante e insegura.

Encontré mi propio amor: 

Auténtico 


Sigiloso 


Ermitaño 


Gratificante 


Pleno

Ese día él me abrazó efusivamente y yo, le prometí entre risas quedarme a su lado siempre. Una eternidad completa. Mi eternidad.


"para curarte
 tienes que
 llegar a la raíz
 de la herida
 y besarla todo el camino hasta arriba"  rupi kaur

Imagen tomada de internet 


miércoles, 18 de marzo de 2020

Ansiedad


 
 
 Hace tiempo
           mi cuerpo te necesita 
 esta abstinencia de ti
           es dolorosa
          no se conforma
          
          tus besos abrazos
          y el roce de tu ropa
          no le son suficientes
          mi piel llama a la tuya
          busca adherirse a ella
          humedecerla
          
          sin respuesta
          me consumo solitaria
          tirada sobre la cama
          y ahogo la sed de ti
          hundiendo la cabeza 
          en la almohada
          dejando escapar un grito
          que se niega a callar
          que tu cuerpo 
          me hace falta
       
           

 
          "Enamórate de tu soledad." Rupi Kaur

martes, 10 de marzo de 2020

La cura. Radiografía del dolor


Quise curarme del amor con otro amor y no pude.
Quise librarme del fuego feroz que todo lo consume.Tampoco pude.
Me alcanzó. Terminé calcinada.
Empapé cientos de almohadas en cientos de días con sus noches, con mis lágrimas.
Abrí mis venas voluntariamente para que corriera todo el veneno que inyectaron en mí.
Repetí de memoria el abecedario con las que formaron frases completas 
construidas de amor romántico.
Disequé mi corazón en busca de amores perdidos.
Sangré solitaria, en silencio. Agazapada bajo la lluvia.
En medio del desierto. Frente al mar. Sobre la montaña más alta.
El dolor se volvió parte de mi crónica y molesta melancolía.
No hubo analgésico para mitigarla.
Entonces me acostumbré a sonreír a pesar de la herida abierta.
La llaga reventada.La espina incrustada.La herida supurada.
En mi radiografía todo se veía radiopaco: vértebras, órganos, 
el mismo aire contenido en los pulmones. Oscuridad completa.
Quise creer que fue por la técnica utilizada,sin embargo, 
era yo enrarecida por el veneno del tipo de amor
que me enseñaron a beber poco a poco desde mi infancia.
Por lo que la luz de los rayos x,no pudieron penetrar mi interior.
Me sentía enferma y buscaba La cura.
Inesperadamente, como sucede con casi todo lo bello,
conocí a una poderosa Bruja que me ofreció como regalo 
su recetario de pócimas.
Lo acepté, ¿qué más podía perder?
Probé con desesperación sus letras, casi hasta ahogarme.
Fueron letras de sanación y revitalización.
Convulsa terminé la sangría,acto seguido,
dejé entrar en mi cuerpo células nuevas, oxigenadas,limpias y purificadas, 
por medio de la lectura poética y mágica de aquel libro
me sentí fortalecida al paso de los días.
Acariciada por la poesía que a su vez acarició cada herida.
Abracé los versos muchos días,a todas horas: antes de dormir, 
al despertar, cuando comía. En el alto de la esquina.
Sentí el abrazo poderoso de la Bruja de negros y rizados cabellos. 
De mirada profética. Casi pude escuchar su poderosa y amorosa voz
diciéndome ten fe, la poesía lo cura todo. 
Le creí. No mintió.
Hoy me siento limpia, llena de energía.La cura llegó a mi y me salvó. 
Ayudó a procesar el dolor. Escupirlo. Vomitarlo.
Inyectó en mis labios un grito de guerra. 
Fortaleció mis brazos para poder abrazar a otras enfermas.
En este momento puedo mirarme al espejo y sonreír.
Ahora comparto La cura a otra mujeres para ayudarles a sanar,
a sonreír.
A amar.


Mi admiración y cariño para todas esas Brujas que escriben libros 
de pócimas que nos ayudan a sanar.   
En especial a Carmen Saavedra por su compañía a través de tan bellas letras.



jueves, 5 de marzo de 2020

Tu tiempo al tiempo


¿Cómo arrancarte de las garras del tiempo?

Quiero robarle tu tiempo al tiempo
decirle que me permita tomar tu mano
para traerte a mi lado,
volver caminar por las solitarias calles
que te desconocen
y  miras con ojos extraños.
Deseo amanecer con mis pies fríos
buscando los tuyos,
con tu pelo alborotado 
cosquilleando mi rostro adormilado.
Tus brazos abarcando la circunferencia 
de mi cintura
tu sexo incitándome a salir del letargo,
retándome erguido.
Y después de las humedades
caricias y gemidos
dormir un poco más.
Deseo observarte
mientras me haces el recuento de tu semana
reconocerte en cada gesto y palabra,
sonreír ante tu risa de niño 
por un chiste sin gracia.
Preparar juntos el café, desayunar,
oír las noticias por la radio,
tomar -nos- un baño.
Después sin pensarlo, deseándolo
volver a la cama todavía húmeda
con huellas de tu entrega.
Del mutuo abandono. 

Quiero decirle al tiempo que se detenga
o tal vez que te detenga a ti
para que te quedes una noche más,
porque en esta vida -mía- y en este mar
se te extraña.
Imposible
El tiempo no se detiene
tu tampoco.
El trabajo, las reuniones
la sal que te llama
Poco a poco te alejas.
Y yo, sin querer también 
aunque más despacio, en silencio,
casi imperceptible. 
Si, tristemente sin poder evitarlo,
lo hago.


"No hay nada peor que estar atrapado entre 
  la distancia y el olvido."  Elvira Sastre 



martes, 3 de marzo de 2020

Año bisiesto



Elegiste febrero para marcar el adiós. La cerrazón y egoísmo como estandarte. Decidiste dejar que el ego gobernara sobre tu amor (por mí). Me dejaste de lado mientras te adentraste a las profundidades de la desolación. Te tendí mi mano, hice de mi voz y mis letras, el faro que te ayudara a llegar a mí y bajo la tempestad protegernos juntos. No supiste o no quisiste verme. A cambio te embarcaste en un viaje solitario, mientras veía desde la costa de tu Pacífico mar cómo tu figura se deshacía en el horizonte. Agité los brazos deseando que viraras.

Pernocté bajo la noche fría sin estrellas ni luna, sobre una arena áspera, cortante; con el viento abriendo heridas en mi rostro. No recuerdo si lloré, debí hacerlo, supongo. Porque  toqué hilos de hielo en mis mejillas que se rompieron al caer y estrellarse contra una roca tiñéndola de mí.

Amaneció y fue imposible encontrarte, estabas tan mar adentrado, ahogándote en el desdén contra mí -amor-. Fue ahí donde me convencí que te habías perdido. La desilusión y la tristeza me habitaron por unos días, meses, tal vez minutos. Me sentí incapaz de darte un poco de paz, la que buscabas, esa misma que desde hace tiempo no encuentras. Confié en que me enviarías un mensaje aceptando mi compañía y nos reencontraríamos. Sin embargo, jugaste con el silencio y el mensaje no llegó. Me sentí sola y no me gustó la sensación de abandono; me obligué a retomar mi camino sin ti. Estuve a punto de ser arrastrada por las olas. A pesar del dolor en mis pies heridos  no quise detenerme, sabía que si lo hacía (si regresaba)corría el riesgo de ahogarme en otro mar que no era el mío.

Ahora en el mar hay bandera roja, no podría acercarme aunque lo pretendiera. En algún    momento saldrá el sol y tú podrás desembarcar. Antes, tienes que saber que no soy más Penélope. No perdí la razón por tu huida. Yo si quise seguir con mi vida. Me costó mucho trabajo reconstruirla después de tantas tormentas.

Es año bisiesto y me favorece. No tendré que recordar tu solitaria partida. No recordaré cada año el día que olvidaste los casi dos mil quinientos cincuenta y cinco días que te cobijé bajo el murmullo de mis aguas tibias.          


          

         “No huyas si no es de ti hacia mi el movimiento.” Elvira Sastre