Me separaré de ti cuando la luna haya dejado de iluminar la Tierra y el mar haya dejado a las rocas secas. Cuando las páginas de los libros pierdan su olor a almendras. Cuando un niño no necesite del arrullo de su madre en una noche de tormenta. Ese día he de separarme de ti.
Y no
ha de ser porque ya no te quiera, o porque al recorrer con tus dedos los
rincones de mi cuerpo, éste ya no se estremezca. O porque mi pensamiento vuele
como un ave extraviada en el firmamento, hacia otra dirección. Cuando yo me
separe de ti, será porque la chispa ya no hace arder los troncos de la hoguera,
porque al caminar sobre la arena húmeda de tu cuerpo, mis huellas no queden
impresas, llenas del agua de mar que las besa.
El
día que me separe de ti, será por la impaciente, insoportable e inútil espera de no recibir tus letras a través del
pergamino que lleve en su pico una paloma mensajera. Por no poder perpetuar tu
abrazo en las noches insomnes, solitarias y
silenciosas y tampoco tus besos, que sirven para alimentar y nutrir mis despertares, como el
agua los manantiales.
Sé
que el día que me separe de ti, será por la amarga ironía de querer tenerte y
no poder sentirte en mi cama, entibiando las sábanas, enmarcando mi cuerpo
húmedo y lascivo, ávido de tus fluidos, tus ardores y tus gemidos.
Sí,
cuando yo me separe de ti, no será porque haya dejado de quererte, será si
acaso todo lo contrario. Lo haré para suspender el espejismo de tu ausencia. La
falta del peso tu aroma y de tu nombre. Para compensar el que tus huellas
dactilares ya no dibujen tus arrebatados sueños con caricias, sobre el papel en
blanco que fue mi espalda, la que tantas
veces me dijiste adorabas.
Entonces,
ese día, el día que me separe de ti, tu aliento, tu mirada, tu viscosidad derramada, serán solo el
recuerdo de un bello y desordenado conjuro quimérico, que se perderá como el
eco de mi grito en la montaña. Entonces,
por favor te pido: no me empujes a otros, no me animes a dejarte. Con nadie
podré encontrar la intimidad que juntos, tú y yo hemos construido al paso del
tiempo, de la convivencia, de los momentos de amargura –unos- y felicidad
desbordada –otros-. Sigamos por donde mismo. Fundiéndonos en un mismo corazón,
una misma mente, un mismo espíritu. Qué lo único que me lleve a separarme de ti,
sea la muerte, sinónimo de tu olvido.
Imagen: Edgardo Maya
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