En la
agonía de la enfermedad, tu recuerdo me salva
En las
tardes de desesperación, tus brazos
inasibles
En el
llanto inconsolable, tus besos descarnados
Ante el
futuro incierto, tus palabras de humo
En la
continua indecisión, el peso de tu silencio
En la
lejanía de nuestros cuerpos, la angosta promesa de tu presencia
Tú recuerdo
me salva.
Del
inefable transcurrir de los días sin tu compañía
De las madrugadas y noches en constante vigilia
Del
incesante torbellino de emociones desbordadas
sin tu piel
para encausarlas
De la
realidad construida de adagios, de los cuales tu nombre ha desaparecido
¿Pero del
miedo quién?, de él, ¿quién me salva?
Ni tu amor,
ni tu recuerdo, ni yo, ni nada.
Fotografía: Blue Nude, Picasso (1902).
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