sábado, 9 de mayo de 2020

S E R madre



Es nausea
sueño imposibilitado
sangrado vaginal 
          amenaza prematura
reposo absoluto
cuerpo pesado deforme
          difícil respiración
         deambular lento
          intimidad evidenciada
fenómeno natural

insomnio
bostezo constante
llanto nocturno
presencia imperativa
lactancia esclavizante
sonambulismo diurno
privacidad abolida
depresión

c
   i
     c
        a
           t
              r
                i
                  z

roles aprendidos
ancla a puerto sin amor
desgaste emocional
indiferencia paternal

peso “moral”
tribunal personal
culpable 
          demostrándose
lo contrario
batalla sin tregua 
rea sin derecho a fianza
estoicismo forzoso

una forma más
de romantizar
la desigualdad.


"El modelo de madre que se fomenta exige que las mujeres renuncien a todo o casi todo."    Milagros Romero. 













sábado, 2 de mayo de 2020

El tiempo borró tu nombre



Me gustaría preguntarle al tiempo el por qué de tu regreso. Por qué tus insistentes letras encendidas en la pantalla de mi teléfono, titilando como estrellas en medio de la oscuridad de un desierto que te desconoce. Es primavera. 
Mi cuerpo suda. Siento las gotas recorrer cuesta abajo mis contornos mientras  te leo. Escucho en tus letras el mismo tono, acento y timbre de voz que cuando te dirigías a mí, los días de los cortos meses del triste año que permanecimos juntos. Me resisto a rememorar un pasado lastimero. 
Sin embargo y muy a pesar mío, como si mi mente no dependiera de mi voluntad, vuelvo la mirada a los recuerdos que arrinconé en alguna parte de la memoria; y en un abrir y cerrar de ojos la película de los días junto a ti se echó a rodar. 
Ya no somos los mismos. Las circunstancias y la realidad de cada quien terminó de moldearnos. El tiempo cubrió las fisuras. Resanó las heridas. Pintó de colores el dolor. No hay filtraciones ni resquicios. Solo cicatrices. 
Tu continua obstinación me impulsan a tocar las teclas del teléfono para pedirte que te alejes –igual que la vez que te pedí que te quedaras o que volvieras, ya ni sé; el recuerdo no es nítido-. Contrariamente no lo haces, continúas escribiéndome. Por una parte te entiendo. Te sientes a salvo, sin riesgos ni miedo. La tecnología está de tu parte, te sirve de escudo y protección.  
Quiero ignorarte.

Cierro mis oídos al sonido que lleva tu nombre en el timbrar del teléfono. No puedo soslayarlo. Me inquieta. También me paraliza. 
Eres onomatopeya en una tarde silenciosa. Ruido del cristal que se estrella contra el piso. Fuerza del rayo al caer antes de que inicie la tormenta. Sobresalto al despertar. Crepúsculo. Letanía. El ojalá de un deseo caduco.
Quiero que te alejes, que no vuelvas. Que no invadas mi presente. 
Hace tanto que no sabia ni pensaba ni imaginaba nada de ti, que dejé de construir frases para sobrellevar la vida con tu ausencia siempre presente. 
No obstante, debo confesar que hace semanas te tuve en mis sueños de los que desperté confusa, aturdida; tu imagen poco a poco se desvanecía durante el día para aparecer la noche siguiente. No quiero sentir que soy yo quien te llamó a través de ellos y que solo has respondido a una petición velada, absurda, demacrada. Me resisto. La metafísica no va conmigo.

Han pasado tantos años. 

La pantalla sigue encendiéndose. Te leo sin querer leerte. 
¿Por qué ese afán de querer saber de mí? ¿De qué deseas ser indultado?  

Me cansé de escribir de ti. Agoté las reservas de mi alfabeto que deposité en barricas denominadas con tu nombre. Ahí dejé añejar, consumir, evaporar todas las letras que me llevaban al destino común y placentero que fueron tus brazos. En el fondo quedaron asentadas las reminiscencias de la angustia que en su momento me llevó al colapso. En su interior todo se cubrió de moho, en su exterior, de polvo.
Con todo y eso, me es imposible no recordar las noches que te invoqué en silencio, agazapada en la tormenta del despojo afectivo. Desnuda de ti. Amante en orfandad. Condenada y exiliada en mi propia tierra. Sin derecho a la fianza de un adiós digno. Cara a cara.
Algo se revuelve en mis entrañas. Un líquido amargo me sube a la garganta. La nausea me invade. Respiro profundo. 
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En este momento el teléfono suena, son tus letras –otra vez-. 
Maldita tu insistencia, tu machismo. Tu creencia de que puedes venir a entrometerte otra vez en mi vida, así como si nada. 
Respondo solo para decirte que no me importa tu vida, ni tu cargo, ni nada.  
No estoy para distraer a nadie. Si necesitas de alguien recurre a tu familia y amistades. 
A mí, déjame tranquila. Aquí ya no hay poesía para ti.
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Tu número se desvanece en la pantalla de mi teléfono.





"y he salido del ataúd que es mi cama sin ti  
 dejando en mi almohada una nota de resurrección."   Elvira Sastre



Imagen tomada de la red.



viernes, 10 de abril de 2020

Epístola a mi Niña Triste



Abril 10, 2020.

Querida y amada Niña: 

Habrás de perdonar mi atrevimiento, he abierto y leído uno de tus diarios, el que tiene un gato en la portada. Uno de tantos que escribiste cuando apenas te asomabas a la adolescencia. Tristemente me doy cuenta lo sola que te sentías y sobre todo, la inmensa necesidad de sentirte amada. No, no te enojes conmigo, no le contaré a nadie lo que ahí he leído.
Déjame decirte por más increíble que pueda parecerte, que ahora eres feliz.  Se que esto puede ser difícil de creer, no es para menos, después de sentirte “tan poca cosa”, tan fea, tan insignificante. Tú, que te comparaste siempre con todas esas niñas y jovencitas bonitas, populares. Tú, que deseaste ser abrazada tanto por papá y mamá.

¿Por qué será que te cuesta recordar tu niñez? ¿Los días con tu padre y madre en el parque? Como lo demuestra la fotografía en blanco y negro que guardaste entre las hojas de este diario. No lo sé.
Hace años que tu vida cambió.  Estamos en pleno siglo XXI, sonríe ahora que te digo que eres una mujer amada. ¿Sabes por quién? Por ti misma, pequeña.
Ya no llores, o bueno, si, llora si quieres, desahógate. Deja que todo eso que te duele fluya como manantial y te purifique. Siente también, cómo mis brazos rodean tu pequeño cuerpo trémulo. No te detengas, llora. Por medio de estas letras estoy para darte consuelo.
¿Sabes otras razones por las que eres feliz? Porque has logrado cumplir tus sueños. Eres médica, atiendes a niñas y niños. Y lo que más gusto te dará, es saber que vives junto al mar. Si, desde la que hoy es tu casa se divisa el Mar de Cortés. Tan azul, tan calmo. Tan tuyo, Niña. Lo visitas, recorres sus playas y te abandonas sobre sus arenas al sol. Eres feliz, ¡créelo! Yo no te mentiría, yo no.  Porque pudieron hacerlo otras personas, hombres que se aprovecharon de tu necesidad de afecto, de tu ingenuidad. Porque es un hecho que conforme fuiste creciendo también el vacío lo hizo hasta invadirte toda y penetró tus células y recorrió tu sangre y durmió sobre tu almohada, bajo las cobijas. En tu alma.  Cambia esa carita, mi Niña.

Ahora es una época complicada, mucha tecnología, mucho individualismo.
Con esto de la pandemia por COVID-19, la población del lugar donde vives y prácticamente del mundo entero, se encuentra confinada en sus casas, bueno, las que pueden. Las que no tienen cómo hacerlo, como por ejemplo las que dependen de un negocio propio como única fuente de ingreso, o como las mujeres que tienen que salir a trabajar para poder mantener a su familia, esas siguen transitando, exponiéndose. Tú, ahora, eres una mujer con muchos privilegios. Con una familia que mantienes segura en el hogar que tanto te costó construir. Con trabajos que te permiten estar ahí, sin muchos riesgo por el momento. Lo valoras, no te inquietes. Eres consciente de la fortuna de poseer todo lo que te cuento. Lo aprecias y lo más importante, lo compartes con aquellas mujeres que necesitan de ti.  Sin embargo, llegará el día en que por tu profesión debas salir a exponerte, arriesgar tu vida por ayudar a las personas que se enfermen por el SARS-CoV2, este nuevo virus  que está matando a tantas y tantas personas alrededor del mundo y nos está dejando una inolvidable lección de vida. No obstante, con todo y miedo, lo harás. 

Tú, Niña querida, ¿o prefieres que te llame por tu nombre? Eres pieza fundamental en tu comunidad. Si, si, una vez más créelo. Desempeñas un trabajo que te apasiona y que sí, te costó años y años de estudio, pero que  lograste concluir muy bien. Porque muy a pesar de lo que tú misma te considerabas, poco brillante, poco capaz, ahora eres una  especialista responsable, dedicada.

¡Cuánto daño te hicieron! Lo sé y te abrazo. Te abrazo fuerte hora, por la deuda de todos aquellos que necesitaste y no tuviste de otras personas ni de ti misma. Te abrazo y te digo que te amo. Te amo porque creciste y fuiste muy valiente –no, no miento-. 

Por último, aunque podría escribirte muchas páginas más, quiero que sepas pequeña y querida mía, que hoy hace un día espléndido, lo veo a través del ventanal de la que es tu habitación, sentada frente a tu escritorio de madera. No te enojes, lo dejaré todo en orden,  como a ti te gusta.  Siempre tan perfeccionista, en eso no cambiaste. 

Sonríe Niña, deja ya de sentirte triste, la vida te ha recompensado con tantas cosas maravillosas.  Las  más importante, ser una mujer amada, segura y valiente.

Recibe un beso.
 

Patricia


Pintura de: Francisca Morales Alliende

martes, 24 de marzo de 2020

Aprender para florecer


Crecí en la soledad de una familia numerosa.
De reuniones familiares, de carnes asadas. 
Ausente de todas las personas que me rodeaban. 
Me construí un mundo propio, lleno de fantasías, de sueños y anhelos que nadie me ayudó a obtener.
En cuestiones del amor, sola recorrí el camino de los enamoramientos y decepciones. 
Sola y con las pocas herramientas que tuve, traté de defenderme de las inclemencias del amor.
Un amor que siempre quise obtener de otros y otras. Hombres y mujeres, pero más de ellos. 
Así y ante mi crónica insistencia de obtener lo que buscaba, terminé por desperdiciar hasta agotar las paupérrimas reservas de mi precario amor.
A raíz de eso, mi vida fue un historial de tropiezos, descalabros, raspaduras y heridas. 
Sufrí de un agotamiento emocional que me puso en la antesala de terapia intensiva.
Vagué por los más profundos abismos. Los páramos más grises. Entre la neblina más espesa, los bosque más densos. Siempre en busca de la salida. Siempre con el grito ahogado, con la yugular externa regurgitando palpitante. 
Vagué por senderos oscuros con las manos por delante, como invidente sin bastón, sin su lazarillo. Para indudablemente terminar con las manos ensangrentadas, los ojos; que tallé tratando de ver, de seguir algunas pisadas. 
La mayoría de las veces terminé hecha un ovillo llorando a gritos pidiendo ser rescatada. 
Hasta que por fin toqué fondo. Caí sin resistencia. Exhausta, al borde de la inconsciencia.
Ante tan duro y atroz golpe algo en mí despertó, se echó a andar. Mecanismo de defensa. Supe entonces que nadie se ocuparía de mí y tuve que buscar las maneras de salir del pozo y empezar a lamer las lesiones no sólo producto de la caída, sino también las cicatrices que todavía dolían. 
Poco a poco con ayuda de otra mujer, logré ordenar mis ideas, emociones y pensamientos. Entender y aceptar quién y cuál era la prioridad en mi vida. 
Fue un proceso largo y duro. No fue fácil ir recogiendo por el tan largo camino andado, mis órganos, mis piezas faltantes. Producto de mis automutilaciones, flagelaciones e inmolaciones, e ir pegándolas una a una. No fue fácil.
Sin embargo, logré hallar lo que me prometieron encontraría si me aplicaba. Si me dejaba guiar. Lo hice. En ello puse cuerpo, corazón y mente.

Con el paso del tiempo y el trabajo constante, logré fortalecer el amor, mí amor.
Empecé a escucharme aún en el grito. Aprendí a abrazarme. A proporcionarme las caricias que mi alma necesitaba y pedía.
Entendí que es válido callar por voluntad propia, sin tener que explicar que no significa desinterés o aburrimiento. Desde entonces valoro y disfruto mis silencios.
Acepté que aunque no soy escritora ni poeta, me gusta escribir y lo disfruto.
Me quedó claro que nadie tiene por qué coartar mis letras ni mis palabras. Me asumí responsable de ellas.También que me gusta cuestionar sin que eso signifique reclamar. Si, me gusta analizar las palabras dichas o escritas. Me gusta retener en la memorias una plática y escudriñarla, buscar sus significados para después aclararla para mí y con otras personas. Estoy segura que hacerlo no es malo. Solamente reflexiono aunque si, en ocasiones suelo ser incisiva. 

Empecé a descubrir mis virtudes. No todo era malo y feo en mí. No. Me costó mucho darme cuenta de eso.
Cuando lo hice, cuando inicié la aceptación, a aceptar quién verdaderamente era yo, rompí en un llanto amargo, desgarrador, colérico. Me pregunté: cómo pude llegar a tanto, tan profundo. Cómo pude dejarme llevar por pasajes tan oscuros por tantas personas. Dejé correr lágrimas hasta el cansancio y proseguí.

Ahora me emociona saberme, verme, escucharme.
Puedo observar mi reflejo en el espejo y aceptar mis arrugas, las incipientes canas, mi piel imperfecta.
Toco mi cuerpo con éstas manos grandes y me siento viva. Qué importa la falta de tono, la celulitis, las estrías. No son bellas, no obstante, me conforman y forman la geografía externa de mi ser mujer, pensante, palpitante. 
Todos los días desde aquella caída, una vez iniciado el proceso de rehabilitación, me levanto hablándome bonito. Y cuando tropiezo y parece que retrocedo un poco, vuelvo a la raíz de todo. Rememoro lo aprendido, lo hablado y entonces reinicio.

Descubrí el amor que me habitó desde la infancia y que permaneció sepultado bajo los pesados escombros de la manipulación, la violencia sexual y psicológica. Los falsos amores, el llanto silencioso en una cama compartida. Bajo la soledad de una niña que siempre se sintió fea,insignificante e insegura.

Encontré mi propio amor: 

Auténtico 


Sigiloso 


Ermitaño 


Gratificante 


Pleno

Ese día él me abrazó efusivamente y yo, le prometí entre risas quedarme a su lado siempre. Una eternidad completa. Mi eternidad.


"para curarte
 tienes que
 llegar a la raíz
 de la herida
 y besarla todo el camino hasta arriba"  rupi kaur

Imagen tomada de internet