viernes, 10 de abril de 2020

Epístola a mi Niña Triste



Abril 10, 2020.

Querida y amada Niña: 

Habrás de perdonar mi atrevimiento, he abierto y leído uno de tus diarios, el que tiene un gato en la portada. Uno de tantos que escribiste cuando apenas te asomabas a la adolescencia. Tristemente me doy cuenta lo sola que te sentías y sobre todo, la inmensa necesidad de sentirte amada. No, no te enojes conmigo, no le contaré a nadie lo que ahí he leído.
Déjame decirte por más increíble que pueda parecerte, que ahora eres feliz.  Se que esto puede ser difícil de creer, no es para menos, después de sentirte “tan poca cosa”, tan fea, tan insignificante. Tú, que te comparaste siempre con todas esas niñas y jovencitas bonitas, populares. Tú, que deseaste ser abrazada tanto por papá y mamá.

¿Por qué será que te cuesta recordar tu niñez? ¿Los días con tu padre y madre en el parque? Como lo demuestra la fotografía en blanco y negro que guardaste entre las hojas de este diario. No lo sé.
Hace años que tu vida cambió.  Estamos en pleno siglo XXI, sonríe ahora que te digo que eres una mujer amada. ¿Sabes por quién? Por ti misma, pequeña.
Ya no llores, o bueno, si, llora si quieres, desahógate. Deja que todo eso que te duele fluya como manantial y te purifique. Siente también, cómo mis brazos rodean tu pequeño cuerpo trémulo. No te detengas, llora. Por medio de estas letras estoy para darte consuelo.
¿Sabes otras razones por las que eres feliz? Porque has logrado cumplir tus sueños. Eres médica, atiendes a niñas y niños. Y lo que más gusto te dará, es saber que vives junto al mar. Si, desde la que hoy es tu casa se divisa el Mar de Cortés. Tan azul, tan calmo. Tan tuyo, Niña. Lo visitas, recorres sus playas y te abandonas sobre sus arenas al sol. Eres feliz, ¡créelo! Yo no te mentiría, yo no.  Porque pudieron hacerlo otras personas, hombres que se aprovecharon de tu necesidad de afecto, de tu ingenuidad. Porque es un hecho que conforme fuiste creciendo también el vacío lo hizo hasta invadirte toda y penetró tus células y recorrió tu sangre y durmió sobre tu almohada, bajo las cobijas. En tu alma.  Cambia esa carita, mi Niña.

Ahora es una época complicada, mucha tecnología, mucho individualismo.
Con esto de la pandemia por COVID-19, la población del lugar donde vives y prácticamente del mundo entero, se encuentra confinada en sus casas, bueno, las que pueden. Las que no tienen cómo hacerlo, como por ejemplo las que dependen de un negocio propio como única fuente de ingreso, o como las mujeres que tienen que salir a trabajar para poder mantener a su familia, esas siguen transitando, exponiéndose. Tú, ahora, eres una mujer con muchos privilegios. Con una familia que mantienes segura en el hogar que tanto te costó construir. Con trabajos que te permiten estar ahí, sin muchos riesgo por el momento. Lo valoras, no te inquietes. Eres consciente de la fortuna de poseer todo lo que te cuento. Lo aprecias y lo más importante, lo compartes con aquellas mujeres que necesitan de ti.  Sin embargo, llegará el día en que por tu profesión debas salir a exponerte, arriesgar tu vida por ayudar a las personas que se enfermen por el SARS-CoV2, este nuevo virus  que está matando a tantas y tantas personas alrededor del mundo y nos está dejando una inolvidable lección de vida. No obstante, con todo y miedo, lo harás. 

Tú, Niña querida, ¿o prefieres que te llame por tu nombre? Eres pieza fundamental en tu comunidad. Si, si, una vez más créelo. Desempeñas un trabajo que te apasiona y que sí, te costó años y años de estudio, pero que  lograste concluir muy bien. Porque muy a pesar de lo que tú misma te considerabas, poco brillante, poco capaz, ahora eres una  especialista responsable, dedicada.

¡Cuánto daño te hicieron! Lo sé y te abrazo. Te abrazo fuerte hora, por la deuda de todos aquellos que necesitaste y no tuviste de otras personas ni de ti misma. Te abrazo y te digo que te amo. Te amo porque creciste y fuiste muy valiente –no, no miento-. 

Por último, aunque podría escribirte muchas páginas más, quiero que sepas pequeña y querida mía, que hoy hace un día espléndido, lo veo a través del ventanal de la que es tu habitación, sentada frente a tu escritorio de madera. No te enojes, lo dejaré todo en orden,  como a ti te gusta.  Siempre tan perfeccionista, en eso no cambiaste. 

Sonríe Niña, deja ya de sentirte triste, la vida te ha recompensado con tantas cosas maravillosas.  Las  más importante, ser una mujer amada, segura y valiente.

Recibe un beso.
 

Patricia


Pintura de: Francisca Morales Alliende

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