miércoles, 30 de enero de 2019

Recorrer caminos

#SenderistasMulegé


El municipio de Mulegé posee paisajes espectaculares, lugares todavía prístinos que el ser humano no ha podido llegar a “tocar”.  Es también –el municipio- parte de la comunidad sudcaliforniana que no termina de aprovechar por completo todo su potencial turístico. 
Todos sabemos de la gran importancia y derrama económica que deja la temporada de avistamiento de ballenas, los recorridos disponibles para conocer una de las salineras más grandes del mundo; el maravilloso arte rupestre resguardado en el corazón de la imponente sierra de San Francisco. Y así, sitios icónicos por demás conocidos, lugares que todas aquellas personas que se jacten de amar el mundo deben o deberían ya haber visitado. Y por supuesto, recomendado ampliamente. No obstante, nuestro municipio tiene entrañas todavía más profundas e íntimas que vibran silentes a la espera que el ojo del ser humano las posea. Áreas estériles, impolutas. Venas y arterias áridas, húmedas, contráctiles, siempre con vida.  
Ante esto, un grupo de personas interesadas en impulsar el turismo alternativo en todo el municipio, hombres y mujeres pertenecientes a las Direcciones de Turismo y del Deporte municipal y estatal, organizaron el primer curso taller de senderismo, aquí en Santa Rosalía.
  
Desde que supe del curso me atrajo la idea de participar; soy amante de recorrer y conocer los rincones más escondidos no sólo del Estado, sino del país completo, y creo que hacerlo de una manera segura y correcta es primordial para disfrutarlo aún más. 

Pues bueno, me inscribí y pasé a formar parte de las más de 30 personas que conformamos el grupo y que recibimos aproximadamente quince horas de teoría, que incluyeron temas por demás interesantes e importantísimos, algunos de ellos fueron fundamentos y conceptos prácticos del senderismo, su relación e impacto con el medio ambiente, seguridad, tipo de material y equipo adecuado e impacto socioeconómico. Expuestos de una manera sencilla y sobre todo práctica. 
Me gustó mucho la relación que todas las personas que asistimos establecimos con el instructor cuya experiencia es vasta y profesional. Cada una de nosotras aportamos algo al compartir  las experiencias de nuestro andar por los senderos  que de manera “empírica” hemos recorrido. 
Fuimos un grupo diverso, mujeres y hombres,  adultos y jóvenes entusiastas con una amplia visión para emprender nuevos proyectos, y que nos quedamos  con las ganas de más, mucho más por querer aprender.  

Pero el culmen del curso fue el domingo dedicado a la práctica de campo.  

La aventura inició a las seis de la mañana en las oficinas de Desarrollo Social, de donde partimos en una caravana de autos hacia el restaurante que se ubica en el complejo volcánico Las Tres Vírgenes, a 30 kilómetros de aquí.  Algunos desayunamos ahí, otros prefirieron pedir sus burritos para llevar y comer durante la jornada. Quien conoce el lugar podrá imaginarse el maravilloso espectáculo de ver al volcán la Virgen iluminándose por los primeros rayos del sol. El luminoso y tierno manto cayendo cálidamente sobre ella -¿o él?- –la Virgen- que se mantuvo altiva y despectiva ante esas caricias. 



El clima que se mostró benévolo permitió disfrutar de tan esplendoroso momento y también por supuesto, tomarnos la clásica fotografía grupal con sendas constancias en mano.  

Una vez que nos adentramos en vehículo quince kilómetros más, pudimos entonces iniciar nuestra travesía a pie. El cañón del Azufre nos abrió sus arterias para que lo recorriéramos.  El principio fue lento, sin embargo, poco a poco tomamos el ritmo del accidentado y pedregoso sendero, cuyo primeros metros  en descenso me hicieron ir con cuidado para no resbalar,  hasta que por fin topamos de frente con la entrada al cañón cuya magnificencia me empequeñeció.  

Me gustó algo que comentó Saúl –el instructor- justo antes de iniciar la caminata, porque coincidí con él; para mí, caminar cualquier sendero es un acto místico, porque lo tomo como oportunidad para la introspección y el análisis. Es la imperante e impostergable necesidad de conectarme con mi ser interior, con la ser humana frágil y vulnerable que se fortalece ante tan imponente paisaje. Es volver a repensar a esas personas que hace miles de años estuvieron ahí mismo viviendo la dura batalla de la vida en un mundo que para nadie más existía, mientras al otro lado del mundo la vida, esa misma, era ya bullicio. Por eso me gusta caminar en silencio y hasta un poco  en soledad. Disfruté la sensación de saberme  fusionada con el pasado, en especial con esas mujeres a las que imagino fuertes, recias, valientes  y amorosas. 
Me asombró observar las capas de estratos en las rocas; si tan solo supiera leer lo que en ellas se inscribe. Me impresionó sobremanera las diferentes tonalidades y texturas de las diversas formaciones rocosas, sus altitudes y sus formas, algunas tan caprichosas. 
Hay tanta información que me gustaría poder entender y retener, como por ejemplo esa gran cantidad de fósiles marinos incrustados en algunas rocas.  
De los momentos más mágicos fue justamente verme y saberme frente y dentro de la cueva de los fósiles. Tener en mis manos objetos de tanto valor histórico, no cualquiera.  Fascinante e inenarrable.


Caminar y caminar bajo un cielo nítido y claramente azulado, escuchar el eco de otras voces perderse en el infinito o llevadas por el viento hacia lugares todavía más inhóspitos y desconocidos, o engullidas por los espíritus de los guerreros, o por las almas inocentes y traviesas de niñas y niños que corrieron desnudos con los ojos entrecerrados mirando al Sol. Todo valió la pena. 
Observé restos de obsidiana, seguramente con la que fabricaron sus flechas y utilizaron para cazar y finalmente alimentarse para poder sobrevivir. 
Me dijeron que ese lugar es muy importante ya que fue la principal cantera de obsidiana de toda la península. 
Tengo  grabado de manera nítida el pequeño ojo de agua que encontramos a nuestro paso, la gran higuera, las zonas donde la ceniza cubre el suelo, el zalate cuya raíz emergía hegemónica de una  roca. Y bueno, las pinturas rupestres; una pequeña cueva donde observé figuras pequeñas -nada que ver con el gran mural en La Pintada, de San Francisco de la Sierra- en forma de animales –ballenas, quizá-, otras que me parecieron estrellas fugaces o medusas, otra langosta, no lo sé y algunas líneas que según mi apreciación forman las siluetas de los tres volcanes.


En fin, cada quien interpreta lo que quiere o lo que puede ver. Al final nuestras conclusiones son el  resultado de una extraña y ambigua combinación: conocimientos e imaginación. Según estos entonces, según los conjuguemos,  resultará lo extenso o corto de la historia que fabriquemos, que alimentemos o soñemos y eso no tiene comparación. El ejercicio de contar y compartir lo que pensamos, creemos y sentimos es el plus en este tipo de recorridos. 
Ese fue el punto de retorno, muchos en silencio debido al cansancio. Cinco horas de caminata empezaron a hacer mella en la conversación y en el andar que se tornó menos ávido, más parsimonioso. Mi paso fue un intentar digerir la carga de historia que emana de ese cañón y sus hermosos y sinuosos y místicos senderos. 
Regresar con el viento frío golpeándome el rostro, fue como si la naturaleza intentase volverme a la realidad. Con el cansancio dentro de mis botas, sobre mis hombros y espalda. Con la mente aturdida, algo semejante a haber vivido un revelador sueño ancestral. En el que desperté y volví a ver que los tres volcanes permanecían inmutables y solemnes  e igual de majestuosos.  

La Virgen, el Viejo y el Azufre: herencia de la naturaleza al romper la tierra.


Todas las personas que asistimos sabemos perfectamente qué instituciones hicieron posible este primer curso taller de senderismo, (Dirección de Turismo e INSUDE) sin embargo para mí, tuvo rostro de mujer. Una mujer que a pesar de tener poco tiene de conocer, admiro. Es líder, inteligente, entusiasta, visionaria, emprendedora, sorora. Este viaje  le constó caídas, torceduras y algunos incidentes más, que por fortuna no fueron graves (a menos que la Pega-pega no se le haya quitado ni con la lavadora). 
Agradezco con todo mi corazón a Verónica García, porque puso su alma para que este evento tuviera los mejores resultados, lo logró sin duda. 

Deseo que este sea el inicio de una serie de cursos para capacitar a todas las personas interesadas en hacer turismo alternativo en el municipio, para así darle una proyección diferente, más diversa a Mulegé.  Así turistas y locales podremos seguir conociendo los hermosos senderos que nos habitan y nos llevan a encontrarnos no únicamente con esa naturaleza, sino con otra parte de la propia, la que cada uno posee.
Que Mulegé se enriquezca también en cultura ambiental para poder hacernos más conscientes de los tesoros que nos rodean y de todo lo que debemos trabajar para ya no seguir lastimando su medio ambiente.

Gracias a todas las personas involucradas, espero que el sendero de la vida en algún momento nos vuelva a reunir.



Patricia Valenzuela Lugo
https://www.instagram.com/libelula_10/


“…sentí que mis pulmones se inflaban con la avalancha de escenarios: aire, montañas, árboles, personas. Pensé: esto es lo que es ser feliz.”  

De: Sylvia Plath (poeta estadounidense).

Lecturas sugeridas:

1.- Historia y arte de la Baja California, de María Teresa Uriarte.

2.- Pinturas rupestres, misiones y oasis de la península de Baja California, de Elizabeth Acosta            Mendía, María de la Luz Gutiérrez, Leonardo Varela Cabral. 




domingo, 30 de diciembre de 2018

Mis días del 2018


Cruzar el desierto  me parece un acto contemplativo y de introspección.

Mientras conduzco mi automóvil  a través de la transpeninsular y observo la naturaleza,  me es casi imposible -al compás de la música de Bach- rememorar  muchas de las cosas que hice este año que termina, a la vez que me cuesta controlar la avalancha emocional que cae sobre mí.
Algo muy bueno que pude lograr este año es tener una librería. Recuerdo cuando descubrí que el local donde ahora se ubica La vendedora de libros, se alquilaba. Fue un flechazo, amor a primera vista y si alguna duda tuve de iniciar con este proyecto, desapareció en el mismo instante  que vi el local vacío haciéndome un guiño con su gran ventanal  frontal.  De eso ya son diez meses y cada vez me siento más enamorada.
Realicé varios viajes: conocí San Francisco de la Sierra y su arte rupestre. Sentí la historia vibrando bajo mis pies, frente a mis ojos que se deslumbraron con sus colores. Escuché el canto de la Madre Tierra hablándome. Me reconocí  -otra vez- insignificante como una minúscula parte del cosmos. Por otro lado y todo lo contrario a la experiencia previa, regresé a Disneyland donde me sentí niña de nuevo y recordé las veces que en compañía de mi familia gocé de ese parque.
Visité por primera vez el zoológico de San Diego y el parque Balboa, del que me fascinaron sus museos, sobre todo el de arte.   
Escuché cantar en vivo a Siddartha, en Tijuana.                                                                                                   
Transité por el camino aún inconcluso que lleva, saliendo de Mexicali y pasando por San Felipe  y otras comunidades a la carretera transpeninsular, a la altura de laguna Chapala. Me maravillé con sus espectaculares vistas.                                                                                                                   
Anduve por los más hermosos rincones de México: Mazamitla –me enamoró- Jiquilpan, Jocotepec, Tlaquepaque y también Manzanillo, su centro y su playa. 
La ruta Rulfiana: Tapalpa, San Gabriel, Sayula  y la gran Comala; donde me envolvieron las voces de Juan Rulfo. Qué decir de su volcán de fuego.                                                                          
Por cuarta vez estuve en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara: ahí conocí en persona a Orhan Pamuk, Marcela Lagarde, Denise Dresser, Adriana Malvido, María Fernanda Ampuero, Omar López Cruz, George F. Smoot . Otra vez escuché a Lidya Cacho, Benito Taibo, Alberto Ruy Sánchez, Francisco Martín Moreno.  Abracé y platiqué con grandes amigos como Rodolfo Naró, Miguel Asa y Edgar Krauss. 
Escuché cantar en vivo a Lila Downs, en un concierto único.             
Reconocí al bello Tequila y otra vez al estrenado pueblo mágico de Tlaquepaque. Luego visité la gran ciudad de México: caminé por Chapultepec y la historia de su castillo. Estuve en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, la sala Nezahualcóyotl, donde escuché al trío Masky. La bella Bellas Artes y la magnífica exposición de Kandinsky. 
Me tocó estar en el zócalo y ser testigo de un momento histórico –nos guste o no- : la toma de posesión del nuevo Presidente de la  República. La plaza bullía.                                                           
Viaje en autobús a la ciudad de Puebla donde me maravillé con su biblioteca Palafoxiana y su comida típica. Cholula y sobre todo Atlixco, me dejaron con ganas de regresar y pasar más días, cautivada por la cercanía del Popocatépetl, de sus artesanías y de su plaza y callejones.                                                                                                                                                       
En la comunidad inicié el proyecto "Mujeres de Letras libres", dándome la oportunidad de conocer a grandes mujeres feministas, como Paola Arzate. Y de ese proyecto y sus actividades, intercambiar momentos, charlas, lecturas, proyecciones de cine, café, té,  con  mujeres de la comunidad con las que estoy  tejiendo una red de sororidad; a la vez que estrecho lazos con otras, en las distintas comunidades del municipio.                                                                                        
Participé en una actividad con el programa Alas y Raíces, invitada por Alma Joana, su directora. Reanudé proyectos que habían estado en pausa, como Cinema Providencia.                           
Pinté otra vez paredes en Cultura Urbana,  frases de mujeres escritoras.                                
Escribí y envié cartas, compré libros, leí sobre feminismo,  escribí, corrí como si se me fuese la vida en ello, con los brazos abiertos desafiando al viento. Bebí café, té y vino.                           
Hice el amor con todo mi amor y terminé con el corazón desbordado, con las ansias de continuar perpetuando esos instantes con él.
Comí pastel y muchas, muchas comidas hipercalóricas y todo lo disfruté sin culpa. Me tendí a los rayos del sol sobre la arena cálida, acariciada por las olas del mar. Obsequié regalos a las personas que amo simplemente porque las amo y eso me hace sentir feliz.       
Visité la tumba de mi padre y madre,  los extrañé y lloré otra vez.                                                       
Sin embargo, lo más importante fue que me ocupé de mí y con ayuda de una excelente profesionista, reconocí el por qué de mis emociones y trabajarlas me llevó a aclarar mis sentimientos y actitudes ante ciertas circunstancias. Me deshice de muchos miedos y sobre todo culpas que hasta ahora aligeran mi transitar por la vida y mejoraron la convivencia con las personas de mi entorno.  Aprendí que soy la única responsable de mis emociones y de lo que me permito sentir,  así como no lo soy de las emociones y sentimientos que se generen en otros.  
Confirmé  -y lo sigo haciendo-  que sólo queriéndome, amándome con todo lo que soy, sin avergonzarme de nada, puedo establecer relaciones sanas tanto con hombres y otras mujeres. Que la libertad y el amor en una pareja no tienen por  fuerza que firmarse, sencillamente esto se da y se demuestra. 
Hablar, es decir, comunicarse es uno de los principales cimientos para que todo sea menos complejo. 
Absolutamente, sí se puede amar a una sola persona y desear compartir la vida entera con ella. El verdadero amor se vive cada día. 
El amor de mi vida nació varios años después que yo  y  me ha dado en todos los contextos, mucho más que cualesquier  otro.                                                                                                         
Este año lloré, lloré mucho; en las lágrimas volqué mis dolores y ausencias, frustraciones y miedos, rabia e impotencia; mi tristeza.
Hoy me siento una mujer que si bien no  ha terminado de reconstruirse, sigue trabajando para sentir la vida de manera diferente; más tranquila, menos ansiosa. Más responsable de mi ser interno y más despreocupada por mi apariencia externa. Y aunque todavía me falta camino por andar… estoy viva y mientras respire seguiré sintiéndome orgullosa de ser esta mujer  cuyo corazón vibra al ritmo de la Madre Tierra.
Amo lo que la vida me dio estos 365 días: Alejandra, Patricia, Jorge. A mis mascotas: Brownie, Bombón y Caramelo. Y por supuesto a mi compañero de aventuras y desventuras: Edgardo Maya.

Gracias 2018. 

He llegado a mi destino.

jueves, 25 de octubre de 2018

Patricia, mi hija.


La recuerdo cantando muy bajito una canción de Adele. Cada una en su cuarto –ella y yo- en la quietud y silencio de la casa. Su voz tan dulce llega a mis oídos y me invade un sentimiento que no puedo describir, si, eso que se simplifica en inefable.  

Llegó casi recién entrado el siglo XXI,  después de haberla perdido un año antes. Su espera estuvo llena de sobresaltos; tanto, que me vi obligada a guardar reposo varias semanas para no adelantar su llegada, sin contar lo mal que la pasé las doce primeras a causa de la hiperemesis. Al final todo salió bien y mi pequeña Patricia vio la luz del mundo un cálido -a pesar que los árboles habían empezado a tirar sus hojas crujientes y doradas- lunes diecinueve, pasado el medio día. Si, noviembre la acogió jubiloso y con tibieza. El otoño la abrazó con su sol y sus vientos. El mar, rompió gustoso sus olas contra las rocas que sonrieron abrazándolo también. 
Mi niña hizo saber al mundo de su presencia con un llanto vigoroso, tan lleno de dulzura que todo lo conmovió. 
La vida abrió sus brazos para darle la bienvenida y yo con ella.  

Patricia, hace honor a su nombre. El significado bíblico según encontré, es: “Aquella que es noble”, y lo creí tal vez porque es justo así. 
Desde muy niña lo fue y ahora que es una joven de bachiller a punto de graduarse no ha cambiado. Su corazón es grande y más que palpitar, repica melodioso, con un tun, tun; tun, tun, contagioso, así como lo es su risa.

Recuerdo su cabello fino, negro y rizado recogido en dos coletas. ¿Dónde quedaron esos rizos? Por alguna razón desaparecieron, ahora su cabello es lacio y sin sus dos churos rizados danzando. Bailaba tanto, no sé porque ya no lo hace, tal vez por vergüenza ya que dice que no sabe. “Cómo vas a saber si nunca lo intentas”, le digo yo, más no sirve de nada, no logro convencerla para que se anime. Al menos no en mi presencia.

Sigue cantando bajito casi siempre en inglés y yo sigo disfrutando oírla. 

Es una joven fuerte aunque quizá no se ha dado cuenta. Es independiente porque ha aprendido a hacer tantas cosas. Tiene mucha facilidad para relacionarse con las personas. Es una muy buena compañía Es divertida y me gusta cuando ríe un poco avergonzada por las tonterías que digo y hago. Si supiera que muchas veces son sólo para simplemente eso, escucharla reír. Sobre todo cuando la siento distraída, un poco ausente, un poco triste. 
Porque no es tan  difícil darse cuenta cuando le pasa algo; su sonrisa desaparece y se torna meditabunda. Trato de respetar su silencio aunque me duela saberla así. En la adolescencia y juventud no hubo quien no pasara malos ratos debido a decepciones que más adelante y de manera retrospectiva aceptamos como tontas. Por lo pronto daría muchas cosas para poder evitárselas. Sin embargo, la vida exige también vivirlas para de alguna manera fortalecer el espíritu de quien las sufre. 
Más tarde, cuando veo que la pequeña tormenta ha pasado, pregunto y hablo, a veces en broma, otras con mucha seriedad pero siempre con la intención de ayudar. Ojalá sirva de algo. 

Patricia es una aliada.

Me gusta la espontaneidad con la que vive, cómo se toma la vida. Me gusta lo dedicada que es a pesar de aparentar que no. Me gusta y me preocupa su inocencia y falta de malicia, es decir, su exceso de confianza en las personas.

Ahora que se acerca cada vez más el día en que vaya a la universidad, el corazón se me apachurra y de sólo imaginar lo que será esta casa sin ella, me duele el alma y quisiera regresar el tiempo y abrazarla y retenerla y verla otra vez bailar y tocar sus rizos y llevarla de la mano por la calle y tantas cosas más. 

Patricia es una joven con un potencial enorme para llegar a ser lo que se proponga y lo hará, de eso no me cabe duda. Sólo deseo poder estar ahí celebrando juntas con el resto de la familia. Mientras ese día llega, estaré también para cuando lo necesite a través de un mensaje o de una llamada, cuando la presencia física de mi persona no pueda apapacharla. 

Quise escribir sobre ella, porque el tiempo se me ha venido encima y ahora la vida también está a punto de arrebatármela. Esa vida que le sonríe pícaramente para seducirla y animarla a que abra sus alas y pruebe volar sola. 
Mis manos tiemblan al escribir esto y mis ojos se anegan.
No quiero que se vaya.   

Mientras sigamos juntas aquí, de la casa al trabajo, del trabajo a la casa, vendiendo libros, disfrutando la playa, comiendo pastel y también pasta, enseñándola a conducir; disfrutaré de su presencia, de su charla y de su risa, más que nada. 



“Espero que mi hija crezca empoderada y no se defina por su aspecto, sino por las cualidades que hacen de ella una mujer inteligente, fuerte y responsable.”

Isaiah Mustafa

martes, 9 de octubre de 2018

La mujer que no soy


Dices que es difícil hablar conmigo, sólo soy una mujer pensante que debate y cuestiona.
Que no sea "tan" feminista, cuando apenas estoy adentrándome en el tema. Cuando no soy ni la quinta parte de lo que quisiera poder llegar a ser.
Que no llore ni extrañe, que es de cobardes hacerlo; cuando para mí son actos de liberación y amor.
Que soy efímera, cuando permanezco a tu la lado por voluntad propia.
Dices que soy amante, como si por eso tuviera que sentirme avergonzada. Si supieras que he sido, soy y lo seguiré siendo. Nadie me obliga, es un placer libremente elegido.
Que grito,  sin embargo; no has  logrado entender que es sólo el énfasis que le doy a mis palabras; impotencia y desesperación que brotan incontrolables de mi boca para hacerme escuchar y entender por ti. No, no soy una loca.
Que no escriba; cómo, si de eso depende mi equilibrio. Las letras son el cauce por el cual desfogo mis emociones, frustraciones y anhelos.
Dices que me odias y que no me aguantas; para esto no tengo palabras.

Definitivamente no soy mejor que nadie. Lo que si es cierto, es que estoy en el camino del aprendizaje. Aprender a identificar y encausar mis emociones de la manera más adecuada, menos nociva. Buscarme y lograr encontrarme y reconocerme. Estoy en eso.

En ese camino he decidido que quiero seguir siendo la mujer que piensa, que debate, que no se calla. La que llora y extraña, en fin, una cobarde.
La amante que a pesar de sentirse efímera no se rinde, todo lo contrario. Sigo buscando motivos y argumentos para preservar el amor que se me ofrece y al cual correspondo. Que presiento o siento. Hasta que la sensatez diga ya basta.

Quiero seguir hablando con pasión aunque para eso tenga que elevar el tono de mi voz.
Escribir sin reservas, sin temor a ser enjuiciada por las personas que me conocen y saben lo que siento y como lo siento y expreso.
No te tomes todo personal, o tal vez si. Quizá seas tú el que detona estos estados que tanto odias.
Deseo seguir haciendo cambios en mí para generar cambios en otras personas -en mis más cercanos –si lo quieren y aceptan.

Soy la mujer que no quiere ni acepta seguir deteniéndose a dar explicaciones. Ni conciliar nimiedades ni absurdos. Me niego rotundamente a continuar defendiéndome –irónicamente- de los embates  -conscientes o inconscientes- que las personas que más quiero me propinan.

No quiero -ni acepto- seguir pidiendo ni esperando lo que no se me está dispuesto a dar sin reclamos ni condicionamientos. 

Soy una mujer responsable que sabe cuidarse y cuidar de los suyos. Hace mucho la vida me enseñó a hacerlo, golpe tras golpe. Aunque por momentos me guste depender de otras personas, lo hago por simple gusto. Llámale comodidad.

Y en el amor me queda claro que cada quien tiene sus razones, desazones, decepciones y acaso tal vez sus esperanzas.

Yo, mujer gerundio, quiero seguir amando, llorando, riendo, escribiendo, gritando, extrañando.
Disfrutar de la libertad de vivir y amar.

Seguir siendo la mujer que no soy -para ti-.
Entera y eternamente Imperfecta.


"Ya no mujer joven sino mujer rotunda. Mis deseos ya no intuiciones sino certezas." Giaconda Belli.

jueves, 4 de octubre de 2018

Otro tipo de otoño

Hace unas semanas visité la tumba de mi padre y de mi madre. Les llevé flores y me quedé ahí, haciendo como que leía la inscripción de la lápida. Queriendo hablar con ellos en mis adentros, sin lograrlo.

Yo no sé ustedes, pero a mí no se me da eso de hablar con los muertos. Más bien, me gusta guardar silencio y concentrarme en el recalcitrante dolor que sigue escondido por ahí, en alguna cavidad del corazón y que me carcome, sobre todo en el otoño. 

Pero déjenme contarles que ese día que fui al cementerio, por la noche soñé a mi madre. En el sueño, el cortejo fúnebre se dirigía al panteón por la subida a Mesa México, yo lo veía desde la plaza mientras trataba de darle alcance, mas no lo logré –otra vez-. Segundos después, me vi caminando entre gente que no conocía, llorando y gritando, ¡mamá, mamá, mamá!

Desperté entonces escuchando mis propios gritos y sintiendo profunda tristeza. Hace un par de días la volví a soñar, pero ese no lo recuerdo. 

El otoño siempre ha sido complicado para mí, desde que me acuerdo me genera mucha melancolía, emociones ambiguas. Ahora que el otoño me ha arrebatado  a dos de las personas que más quería, es distinto. No sólo me siento melancólica, también nostálgica.  Y me da por pensar mucho en ellos dos. Por extrañarlos ante cualquier estímulo: una canción, una foto, comida. Durante el transcurrir del día me ahoga un nudo invisible que aprieta mi garganta. 
El veintisiete de octubre mi madre cumplirá dos años de ausencia eterna. Durante muchos días del año vivo creyendo que ya superé su partida, y más concretamente la forma en que sucedió su muerte y mi no presencia en su sepelio; sin embargo, ahora no estoy tan segura.

¿Cuánto tiempo dura un duelo? ¿Cuánto tiempo se le llora a un muerto? 

Muchos días las letras revolotearon en mi mente queriendo acomodarse y salir. Cada intento fue una contracción brusca y dolorosa. Ahora estoy confundida, no sé si ya me siento mejor; si todavía los deseos de llorar los cargo bulléndome  en el pecho. Si las ganas de reclamarle a la vida la forma que me separó de ellos también están sepultadas. 
Han sido tantos días sin ellos, tantos, tantos, que parecen tan pocos.

Mi padre murió en noviembre, ya casi serán once años. Él es otro cantar, otro boleto, otro dolor,  no obstante, se mezcla con este.

En el otoño en especial, corro detrás de la vida queriendo abrazarla, retenerla un poquito más. Mirando el cielo con desesperación o anhelo, o esperanza, o vayan ustedes a saber qué.

Corro con el corazón contrito. Con la voz en un grito. Corro. Corro. Corro.


viernes, 17 de agosto de 2018

Poesía



El día que descubrí la belleza de la poesía escrita por Giaconda Belli, Sylvia Plath, Nauhi Olin, Elías Nandino, Vicente Huidobro, Nicanor Parra, Alejandra Pizarnik y Alfonsina Storni, por citar a algunos y algunas poetas; mi vida en el mundo de la lectura no volvió a ser la misma. 

Descubrí sus letras poco a poquito, cada cual a su tiempo, como si tuvieran cada uno de esas y esos poetas, un motivo especial para revelarse ante mis ojos. 

A partir de entonces, en cada uno de esos momentos tan especiales y sublimes, mi existencia tuvo y tiene el alimento que necesitó y necesita para navegar y sobrevivir en los mares más embravecidos. 

La poesía es mi tabla de salvación. Lo que me mantiene a flote en espera de que el cielo escampe y  mi mar se torne en calma.   

La poesía que leo son pequeñas dosis de felicidad. La que escribo, el ejercicio que utilizo para no ahogarme. 

Caminé por las calles del pueblo
esa tarde de otoño
El sol ya no quemaba
como en agosto con su canícula
Todo lo contrario, sus rayos formaron
una divertida mancuerna con la
brisa que movió las hojas de los árboles
y jugó con mi vestido corto y
revolvió mis cabellos sueltos.
Caminé por esas calles
que me recordaron tu ausencia
Es que ellas guardaron -lo siguen haciendo-
el eco infinito de tu risa indiscreta
y aunque el polvo ya cubrió tus pisadas
seguí tu rastro guiada por la añoranza de tu aroma
la sensación de tu tacto en mi cintura
tu aliento melifluo en mi oreja
Caminé y traté de encontrar tu mirada
en los ojos del vendedor de la esquina
en la del conductor del auto que me cedió
el paso al cruzar la avenida
En la persona que leía el periódico
sentada en nuestra banca preferida
Sin embargo fue inútil
A ti te llevó el olvido
El viento
el mismo que un día te trajo a mí
el que nunca nos regresa al mismo
sitio, ni al mismo puerto
Te fuiste tan lejos que esa tarde
ni pensando, ni buscando, ni extrañándote
ni siquiera sintiendo el mismo sempiterno amor
logré tu regreso ese día, tarde
mientras caminé por las calles del pueblo.

Poema: Olvido.
Por: Patricia Valenzuela.


Calle Solitaria
20-12-2008
Autor: Enrique
Tomada de internet


lunes, 13 de agosto de 2018

"Mujeres de letras libres". Más allá de la radio


Ser  mujer no es nada fácil. En ningún momento de la historia lo ha sido. Desde el génesis fuimos subyugadas. La historia se conoce de sobra, así que no tengo porqué repetirlo escribiéndolo ahora. 
Sin embargo lo que también es cierto, es que de un tiempo a la fecha, en la historia se han venido sucediendo una serie de  acontecimientos relevantes, cuyas protagonistas somos ahora las mujeres. 

A pesar de eso, todos los días hay algo que me recuerda lo mucho que falta por hacer, por andar, para que podamos ver y sentir que en el mundo, la justicia y la igualdad se hicieron para que la humanidad  entera disfrute de ellas, no sólo los hombres. 

Hace un par de meses inicié un proyecto de radio llamado "Mujeres de letras libres". La idea principal es hablar de las grandes mujeres que han hecho historia y con ese legado nosotras las de hoy,  contar con herramientas que nos ayuden a poder darle un nuevo significado a nuestras vidas. Además de leer poesía y compartir sugerencias literarias, en el programa también comento acontecimientos actuales donde la mujer es el punto central, especial e importante. Por otro lado, lo utilizo como espacio para denunciar y protestar por todas las atrocidades de las que somos víctimas en México y en el resto del mundo. 
Quiero convertirme un poco en la voz que grite y represente a muchas otras mujeres, voces y gritos, en especial de las que no pueden o no se atreven a hacerlo. 

El proyecto sigue ahí, ahora en pausa por asuntos técnicos de la radio. 

A pesar de esto que les cuento, siento que no ha sido suficiente, que no he hecho lo necesario para ayudar tanto aquí en la comunidad como en las del resto del municipio, a combatir este problema,

¿Saben por qué? Porque conozco de cerca a mujeres que dejan de hacer lo que más les gusta, por ejemplo, formar parte de un grupo de lectura y hacer fomento, debido a la dominación que sus parejas tienen sobre ellas, hasta el punto de aislarlas, prácticamente. A otras que prefieren callar y llorar cada noche cuando  sus maridos ejerciendo  presión sobre ellas, las obligan a tener relaciones sexuales cuando éstas no lo desean. Otras más, las que tienen que soportar que sus esposos les cuestionen en qué gastan el dinero que ellas mismas se ganan trabajando. O  estas otras, que son víctimas de los chismes de sus allegadas, por relacionarse por cuestiones de trabajo con hombres  y son tachadas de putas roba maridos. Un ejemplo más,  el hombre “molesto” porque su pareja le pide el divorcio y este para desquitarse deja correr el chisme de que es lesbiana, que lo dejó por una mujer. Conozco mujeres manipuladas a tal grado por sus parejas, que es imposible hacerles ver su realidad. Mujeres muy cercanas que necesitan ayuda profesional porque quieren más a su pareja que lo que se quieren ellas mismas. Es triste cada una de estas historias y muchas más que sin duda alguna, ustedes que me están leyendo deben conocer.  

Esto por desgracia no es todo. Es terrible en el ejercicio de mi profesión, recibir a recién nacidos hijos de niñas de 12 años sometidas a cesárea. Niñas-mujeres-mamás, cuyas parejas en ocasiones les doblan la edad. Niñas que a partir de ese momento tendrán que dedicarse a atender además de a su pareja, al  bebé. Niñas que no saben que hacer con esa pequeña vida en sus brazos, mas que mirarla atónitas. Niñas que no estudiarán, que las oportunidades para una vida mejor no existen ni existirán. Porque además sus parejas por lo regular son jornaleros de la comunidad de Vizcaíno, y por más que trabajen el salario que reciben apenas les alcanza. Porque su nivel de escolaridad con dificultad es la primaria o en algunos pocos secundaria.  Porque los dueños de los campos agrícolas son personas que están por encima de las leyes y las autoridades se hacen de la vista gorda. Sólo los toman en cuenta en tiempos de campaña electoral. Porque  por una razón que desconozco todos estos trabajadores y sus familias no están afiliados al IMSS, cuando es un derecho que los patrones deberían de respetar y proporcionarles. 

Qué rabia, indignación, desconsuelo.  

Mujeres jóvenes ya con dos o tres hijos, viviendo en condiciones deplorables, hacinadas, con los servicios básicos en lo que apenas podría llamarse casa. 
Mujeres que tienen que pedir autorización del esposo o pareja para decidir si el ginecólogo les liga las trompas y, sólo así dejar de estar pariendo año tras año,  niños y niñas que nacerán marcados por la desventaja, por la falta de oportunidades, que nacerán, crecerán y morirán pobres si es que no se mueren antes de los cinco años de diarrea o neumonía. Pacientes pediátricos que reingresan por la misma enfermedad,  porque se los llevaron de alta voluntaria -sin completar su tratamiento- a petición de la mamá que tiene que ir a atender a los otros dos o tres que dejó encargados, o por falta de cuidados necesarios al egresar del hospital.  

Niñas pariendo más niñas. 

Qué les puedo decir sobre cómo me siento cuando por las redes sociales, por la televisión o por otro medio, me entero casi todos los días de la desaparición de niñas y mujeres jóvenes que después son encontradas asesinadas tras haber sido violadas por los machos que pululan en las calles a plena luz del día sin inmutarse, seguros de que las leyes hechas por nuestro sistema patriarcal los protege. 
Cuando por las redes sociales somos buenos para publicar y compartir todo tipo de información, excepto aquella para ayudar a localizar a una mujer, niña o joven desaparecida.

Esta realidad es la que muchas veces me rebasa. Entonces  salgo o vuelvo a casa indignada con el gobierno, con las autoridades, con la iglesia, con los hombres. Indignada hasta las lágrimas. Indignada y dolida. Indignada y triste. Indignada y con pocas esperanzas. Y sí, dejo que el llanto aflore, que las lágrimas fluyan, porque sólo así siento un poco de sosiego, de descanso ante un panorama tan desalentador para nosotras las mujeres. Y ya que la tormenta emocional cesa, vuelvo a preguntarme, a replantearme qué es lo que puedo hacer para ayudar a cambiar mi entorno y por qué no, mi país. 

Por eso decidí iniciar un proyecto que traía en mente desde hace más de un año, pero  que por ciertas circunstancias no había podido arrancar. Un proyecto que va más allá de mi voz a través de un micrófono. 

El proyecto tiene el mismo nombre que mi programa de radio, "Mujeres de letras libres". Está dirigido obviamente a las mujeres. El objetivo, empoderarlas. Ofrecerles nuevas herramientas para que se desarrollen. Herramientas que les ayuden a reconocerse como personas libres, inteligentes, con la capacidad de decidir lo que sea mejor para cada una de ellas. Tejer una red municipal de mujeres autónomas y autosuficientes. Libres de todo yugo impuesto por el hombre. 

¿Cómo lograr esto? A través de la impartición de pláticas sobre temas de violencia de género, género y sexualidad, derechos humanos de las mujeres, talleres de educación feminista, de lectura y escritura, por mencionar algunos. 
Si, nada nuevo, lo sé. Sin embargo, todo importante. 

Pero bueno, esto no podría hacerlo yo sola, es por eso que solicité el apoyo de algunas personas de la comunidad así como de Fundación Hagamos Más (FHM), que de manera inmediata y solidaria han dicho que si al proyecto. 
Iniciaremos el 27 de agosto y durará una semana, con la visión de que se repita mínimo cada dos meses con diferentes ponentes. 
Mi primera invitada vendrá de la ciudad de La Paz. Es Psicóloga, Antropóloga y feminista, con amplia experiencia en la impartición de los temas que anteriormente les comenté.  
En la comunidad de Guerrero Negro, me apoyará Casa Grande. 

Sé que el camino es largo y arduo, que los buenos resultados no serán inmediatos, que necesitaré más apoyo, más disponibilidad de tiempo. Por eso me gustaría que mujeres de la comunidad se interesaran en participar. Claro, es un trabajo no redituable, no hay paga y no les miento, en este tipo de actividades muchas veces toca poner del propio bolsillo. 
El esfuerzo es grande mas no tengo dudas que lo vale. 

Invito pues, a que se sumen con un donativo por la cantidad que ustedes deseen, lo que quieran, de verdad. Nada sobra.
Y sobre este punto quiero comentarles algo muy importante, cada persona que ha colaborado y que colabore económicamente, recibirá un resumen de los gastos  que comprobaré debidamente ante FHM y aquellos que requieran recibo deducible de impuestos lo podrán obtener, ya que FHM también apoyará con eso. 

No podemos sentir indignación y permanecer inmóviles. La acción va incrustada en la definición de la palabra. Es por eso, porque me siento indignada,  que nace este proyecto. 

De verdad les digo, no deseo otra cosa que poder ver  grandes y buenos resultados. Sueño con tejer una  gran y resistente red de mujeres sororas, fuertes, libres, felices.


"Ser responsable de ti misma significa rechazar que otros piensen por ti, hablen por ti. Significa aprender a respetar y a usar tu propio cerebro y tus propios instintos."  Adrienne Rich.

Lectura recomendada: La creación del patriarcado, de Gerda Lerner.


Imagen de: Edgardo Maya Martínez, LDI (edgardomaya@hotmail.com).