Luna roja, luna de mayo,
del desierto palpitante.
Tibio y tímido.
Pende en el cielo titilante,
mientras un ave perdida
y
herida lo atraviesa.
Abajo, en tierra,
en el balcón
de una casa en ruinas,
las siluetas de dos cuerpos
desnudos, extasiados y lánguidos,
observan la vía láctea
que se abre paso
en la espesura de la noche.
Ella, él, quisieran bebérsela
como han hecho momentos antes
con la savia olor a almizcle
que a fuerza del deseo
ha brotado de sus cuerpos.
Luna eclipsada, luna de sangre.
Luna de fuego, luna solitaria.
Sabe ciertamente que ella, que él,
solo son instantes.
¿Qué haría yo sin lo absurdo y lo fugaz? Frida Khalo
Que delicioso poema!
ResponderEliminarGracias
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