Los
dos se fueron; cada uno a su modo y por su lado. Egoístamente, cómo lo hacen todos. Sin
pensar absolutamente en nada.
La
personalidad de cada uno afloró hasta el último día de sus vidas.
Él,
cortó de tajo su existencia, sin autorización ni consentimiento de nadie.
Voluntariosamente, sí, muy a su estilo. Terminó de sopear el pan que había
hundido en la taza de café y ni adiós dijo. No se tomó la molestia de
despedirse. ¿Para qué? Imagino que se habrá preguntado. Se dejó, simple y de
manera llana, caer sobre el abismo de un suelo frío y duro. Lo recibieron las
baldosas mirándolo de frente, sin esquivos.
No sé porqué me extraña tanto, siendo como era. Siempre impulsivo.
Ella,
todo lo contrario. Lo hizo de manera más meditada, lenta y concienzuda. Muy a su
pesar.
Dio
tiempo a que casi todos nos despidiéramos de ella. Escuchó nuestras palabras queriendo infundirle ánimo. Risa, rezos y hasta llanto. Nos permitió tocarla. Así pudimos
posar nuestras manos en las suyas y darle calor. No quiso o no pudo poner resistencia a quienes le hablaron quedo al oído, murmurándole un amor infinito. Los labios de algunos besaron mejillas y
frente, humedeciendo su piel reseca y áspera, sedienta de descanso. Otros, no
se conformaron sólo con eso, la abrazaron como queriendo retener hasta los últimos latidos y respiros
de su frágil cuerpo. Todo, antes de que se perdiera en el vaivén del desconcertante
delirium; que cual ola de mar, golpeó la roca que los que la acompañamos
fuimos, dejando a unos más que a otros erosionados, deformes, huecos y vacíos.
Así
fue para mí.
Ambos
se fueron y me dejaron dando vueltas alrededor y sobre un círculo inconcluso.
Con la eterna frustración de un adiós incompleto o no concluido. Con
las emociones todas, peleando por emerger cual burbuja a la superficie.
Sin sentido.
Ilustración: Israel Barrón.
Que "rico" escribes, muchas gracias por compartir tus letras conmigo
ResponderEliminarGracias a ti, por leerme.
Eliminar