Santa Rosalía posee una arquitectura única, mezcla francesa-inglesa, que le concede características inconfundibles y únicas, con respecto al resto de los pueblos del municipio de Mulegé y del Estado de Baja California Sur. Esto se debe a que en 1885 la compañía minera El Boleo, de origen francés, inició actividades industriales de extracción de cobre. Así nació, sobre el desierto inclemente, voraz y abrasador, un pueblo que en poco tiempo cobró tal relevancia a nivel internacional, que fue considerado de los principales puertos exportadores en México, en ese entonces bajo el gobierno de Porfirio Díaz.
La presencia de El Boleo le dio a la par de desarrollo económico, desarrollo arquitectónico. En Santa Rosalía fueron construidos bellos edificios donde residieron y laboraron tanto ingenieros como administradores (todos franceses). Además, tuvo la ventaja de que antes de terminar el siglo XIX, la comunidad ya contaba con energía eléctrica, sistema de telefonía y ferrocarril, siendo de las primeras en el país en contar con estos servicios. Por tal motivo y a causa de su vasto patrimonio edificado, años después, el 5 de diciembre de 1986 por Decreto Presidencial, Santa Rosalía fue declarada Zona de Monumentos Históricos.
Dentro de estos monumentos se encuentra el chute; estructura de madera cuyas dimensiones aproximadas son: 15 metros de alto x 8 metros de ancho.En el chute se almacenaba a través de conductos provenientes de la Fundición, los desechos del cobre (escoria), para posteriormente vaciarlos en barcazas transportadoras que los vertían mar adentro. Es decir, el chute tiene más de cien años erigiéndose sobre esta tierra. Fue testigo de horas de arduo trabajo a altas temperaturas y de condiciones indignas para los que ahí laboraban. De la presencia de barcos alemanes anclados en nuestras costas debido a la Primera Guerra Mundial, impedidos para regresar a su lugar de origen. De la ira de la naturaleza. Del agua que arrasó con todo a su paso. De la orfandad de un pueblo al ser abandonado por sus fundadores. Sin embargo, también testigo de la fortaleza de su gente. Del resurgimiento de un pueblo aparentemente desahuciado, que terco y obstinado logró salir adelante. El chute omnisciente y callado atestiguó cómo Santa Rosalía dio cobijo a yaquis y chinos; cómo se mezclaron genes, razas y culturas para formar una civilización cosmopolita, en medio del árido desierto sudcaliforniano, acariciado por las aguas bermejas del Golfo de California. Ahora el viejo guardián pende como hoja de un árbol en pleno otoño.
Hace dos años diversas instituciones gubernamentales, asociaciones civiles y particulares, iniciaron un proyecto para restaurarlo, para rescatarlo del abandono en el que se encuentra; sin embargo, este no prosperó.
¿Quién debería tomar las riendas de este asunto? ¿Qué esperamos como sociedad civil para hacernos cargo? Si en realidad nos importa preservar la historia tangible de nuestra comunidad, no estaría mal organizarnos sin fines de lucro, político ni de ningún otro tipo. Dejar el protagonismo de lado e iniciar de nueva cuenta el rescate de uno de los edificios históricos más emblemáticos de la época del antiguo Boleo y actual. Sería incomprensible contarles a nuestra familia y amistades, que tuvimos la oportunidad de hacer algo por no ver desplomado el chute y no lo hicimos. Porque tras su derrumbe no solo quedará el vacío físico, sino también el histórico. Ojalá las autoridades correspondientes dirijan su mirada hacia el viejo chute y le otorguen la importancia histórica que amerita, no vayan a querer hacerlo cuando sea demasiado tarde (si no es que ya es así). En lo personal, me parece hasta peligroso deambular en su periferia. Así como ponemos la vista en otras desgracias que pudieron haberse evitado, no eludamos lo que el chute representa en todos los contextos. No solo miremos la paja en el ojo ajeno. Santa Rosalía es un bello pueblo con un patrimonio cultural invaluable. ¿Cómo puede ser más valorado por quienes lo visitan? ¿Será que la costumbre nos ciega? ¿Es apatía y desinterés lo que nos impide hacer algo? ¿Estamos embebidos en nuestro pequeño mundo particular, que lo que suceda en lo colectivo no nos interesa?
¿Es en realidad el chute solo un
montón de madera vieja?
Hegemónico
héroe casi caído
le llaman Chute.
(Patricia Valenzuela)
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