Si en el lugar que te dejé ya no estás.
Tu voz se perdió en el cable del auricular que hace meses ya
no suena.
No hay ya, distancia que nos separe. No hay llanos, montañas
ni valles.
Casi todos los recuerdos se fueron contigo –no quisieron
quedarse-.
Me cuentan que descansas en un lugar solitario, bajo un
montón de tierra. Donde el silencio
resguarda tu puerta, y el viento te arrulla mientras permaneces ajena.
En aquellas tierras los que te quieren también permanecen
inmóviles y sin aliento, nada los hace diferentes a ti, excepto que ellos
continúan vivos.
Yaces solitaria.
Cómo hago;
para devolverte el último beso que me diste;
regresar el color a tu piel papel de china,
el sonido a tu voz agónica y desesperada.
Cómo calmar los estertores que te condujeron a la oscuridad
eterna;
plantarme frente a ti y desviar el rumbo de tu mirada que seguía los anuncios luminosos, marcándote la salida del sufrimiento y dolor.
Dónde te encuentro.
Quiero regresarte el último beso que me diste y que desde
entonces llevo palpitante entre mis manos.
Manos que te dijeron adiós esa triste mañana octubre.
Imagen: "Procesión en la niebla", 1828, Ernst Ferdinand Oehme.
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