martes, 20 de octubre de 2015

Extrañeza.

   Atravesando la mitad de la península, en sus trayectos sinuosos y rectos, pude contarle mis secretos al desierto. Me inspiró tanta confianza verlo ahí, tan quieto y lleno de vida que empecé por contarle pequeñas cosas, detalles quizá insignificantes de mi vida. Más tarde, al avanzar los kilómetros, opté por confesarle entre otras cosas, lo que extraño de nosotros dos. 

Por ejemplo: los días en que desnudos, dejamos que las aguas frías del Pacífico nos bañaran, dejándonos llevar por su vaivén y flotamos con la cara al sol, permitiéndole que sus rayos chocaran contra los dos cuerpos expuestos, ofrecidos, mientras reíamos.
O las noches en silencio, abrazados uno al otro, interrumpidas por el gemido del viento que nos inspiró al amor. Así, toda la noche. Gimiendo. El viento.
De las tardes que nerviosos y ansiosos, hicimos el amor, sin prisas. Tumbados sobre las arenas de las majestuosas dunas, inundadas de sal y una quietud que rompimos. Mientras a la distancia, una embarcación de pescadores preparaba sus redes mirando a lo lejos.

También supo –el desierto- de los paseos en bicicleta a pesar del frío, para ir a ver salir el sol, imponente y no tan cálido, mientras me mostrabas las aves que cruzaron el cielo. O los atardeceres, cuando todo el horizonte y las nubes se encendían y  teñían de rojo, dándole al paisaje un aspecto infernal, esplendoroso. Ahí, muchas veces tú y yo estuvimos puntuales. Callados, con el corazón trémulo por la emoción de poder compartir esos instantes.

Le conté no solo lo que extraño de ambos, sino  lo que extraño de ti,  exclusivamente de ti: tu tacto ligero en mi cuerpo. Tu abrazo vigoroso.  Tu cercanía bajo la ducha. La fuerza de tu nombre las mañanas de domingo. Tu risa de niño, ingenuo y travieso. Tu café endulzado, a medio tomar, olvidado sobre la mesa. Tu película favorita, que no he terminado de ver porque me quedo dormida recostada en ti. Tu rastro húmedo en mi cama. Mi sabor a través de tus labios en los míos. En fin, tantas cosas más.

Lo que más recuerdo, es lo que todo eso provocó en su momento en mi.

 Me extraño a mí misma junto a ti. 






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